Escribe: Omar Mariluz, director periodístico de Gestión.
La tragedia del mendigo sentado en un banco de oro continúa más vigente que nunca. El Perú es hoy un país más pobre y miserable que hace cinco años, pero con ingentes recursos públicos en las arcas del Estado que no son invertidos y con otros miles de millones de soles que se diluyen entre la corrupción y la ineptitud gubernamental.
La semana pasada que el INEI reveló que hay casi 10 millones de peruanos en situación de pobreza (29% de la población), salieron de inmediato ministros incondicionales a la presidenta Dina Boluarte como el titular del Midis, Julio Demartini, a señalar que la situación hubiese sido incluso peor sin las acciones que tomaron. Es decir, uno de los escuderos de la mandataria, amante de los Rolex y las joyas, nos pide, en otras palabras, que nos sintamos agradecidos.
Pero señor ministro es difícil sentirse agradecido de un Gobierno que permitió que la pobreza alcance niveles similares a los que vivimos durante la pandemia, mientras la presidenta Boluarte andaba más preocupada en sus cirugías estéticas. Y dirán que todo es culpa del desastroso Gobierno de Pedro Castillo y que ellos hicieron todo lo posible.
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Pero tengamos un poco de memoria. Todo el año pasado expertos independientes, áreas de estudios económicos, gremios empresariales, entre otros, les pedían a los ministros dos cosas muy concretas: dar señales claras para generar confianza y así atraer inversiones y un plan de gasto público que se ejecute de manera eficiente ante un eventual fenómeno de El Niño.
Pues ni lo uno, ni lo otro ocurrió. Los millonarios rescates a Petroperú, mantener la Agenda 19 en lo laboral o ser la mesa de partes de un Congreso populista fueron señales que a todas luces desanimarían a cualquier inversionista serio.
Mientras que por el lado de la inversión pública tuvimos los llamados “Con Punche” del exministro de Economía, Alex Contreras, que en realidad no tenían nada de punche. Y es que no basta anunciar los miles de millones que se van a invertir, sino invertirlos e invertirlos bien. Tal fue el fracaso, que el optimismo del extitular del MEF se desinfló hacia fines de año y tuvo que reconocer lo que ya era evidente para todos: que el Perú estaba en recesión.
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Si bien el golpista Castillo nos dejó una factura muy alta que todos los peruanos tuvimos que pagar, pero lamentablemente este Gobierno no estuvo a la altura para revertirla. Ahora el ministro Demartini nos dice que este 2024 será el año de la reducción de la pobreza y asegura esto mientras el Gobierno de Boluarte sigue en una profunda crisis política y judicial, sin hablar del desprestigio social.
Pero ¿qué cambiará este año, más allá del débil rebote que vemos? Seguimos con un Gobierno débil que no genera confianza a los inversionistas y seguimos con cifras de inversión pública creciendo tímidamente. Incluso, si vemos la ejecución de los ministerios, esta está en rojo. Por ejemplo, el gasto de inversión del MTC, el que más dinero tiene, se cayó 33% en abril.
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Entonces, ministro Demartini ¿por qué los peruanos deberían sentirse agradecidos si las autoridades no cumplen con su rol? Generar confianza y gastar de manera adecuada los recursos de todos los ciudadanos para cerrar brechas y frenar así la pobreza. Pero es difícil cuando las cabezas en los ministerios están más concentradas en defender a la presidenta de sus escándalos que en empujar verdaderas políticas pública de alivio a la pobreza.
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