Bill Gates ha señalado que el avance de la tecnología se basa en hacerla encajar de modo que ni siquiera se note, que forme parte de la vida cotidiana. Ese encaje supone un cambio cultural muy importante que no puede ser subestimado.
En nuestra profesión de asesoría legal y tributaria, la transformación digital nos presenta un tremendo reto. Tendremos que contratar, trabajar y crecer con personas que deberán pensar, comunicarse y comprometerse de manera diferente con nuestros clientes. En pocas palabras, el valor y el aporte de los abogados será distinto.
La visión tradicional de la asesoría legal, midiendo el valor a través del tiempo dedicado a una labor y el precio de una tarifa horaria por profesional, pasará a mejor vida. El valor ya no está en el tiempo, está en el manejo de la complejidad de la regulación y en la fluidez tecnológica con la que se puedan desenvolver los asesores legales del futuro.
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El desarrollo profesional que venía acompañado de primeros años de gran esfuerzo y dedicación al análisis, trabajo pesado, repetitivo y de poca complejidad, pero de largas horas de dedicación, será reemplazado por la tecnología. No obstante, la regulación será cada vez más compleja por lo que no es que se necesitarán menos abogados. El desafío está ya en capacitar a los profesionales jóvenes a desarrollar trabajos más complejos. Por lo tanto, la educación jurídica también deberá cambiar. Va a ser necesario un entrenamiento para entender cómo funciona la tecnología, cómo funcionan los algoritmos y cómo debe organizarse una estructura de datos funcional al trabajo jurídico.
Con el afán de llevar adelante conversaciones fluidas, con confianza, sobre tecnología y su impacto en nuestro desarrollo profesional, es necesario imbuir en los procesos internos de las organizaciones jurídicas el poder de la inteligencia artificial (GenAI), incluyendo programas de “upskilling”.
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Una de las mayores oportunidades en el uso de GenAI que KPMG ha identificado hasta ahora es ayudar a las empresas a gestionar sus obligaciones regulatorias y su cumplimiento, gran parte del cual es actualmente una tarea manual. La gestión del conocimiento será un “activo central de la industria legal” y la GenAI será tan buena como el conjunto de datos que utiliza.
Al resultado de su análisis, siempre será necesario agregarle el expertise humano de un profesional con experiencia y buen juicio, capaz de interpretar el resultado del análisis de las máquinas, para dar una opinión concluyente que detecte o evite las alucinaciones, pero el asistente de ese abogado de buen juicio no será un brillante principiante que trabaja 24/7, sino un sistema neuronal mucho más inteligente y veloz.
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El abogado no será remunerado por el tiempo que toma en definir una respuesta acertada en materia legal, sino en la respuesta legal en sí misma. Como el cuento de aquel profesional que toma un minuto en apretar un botón que reinicie un proceso, pero muchos años en saber cuál es ese botón. El valor no está en el tiempo. Está en el saber. Ese que será cada vez más complejo.
Así que mi consejo hoy es: a fluir en tecnología para poder influir en decisiones relevantes con impacto legal.
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