Director de la carrera de Economía en la Universidad de Lima
En los primeros catorce años de este siglo, el Perú creció con una tasa promedio anual de 5.5%, lo que permitió una reducción significativa tanto de la pobreza como de la pobreza extrema y de otros indicadores sociales. Sin embargo, no se lograron las mejoras que hubieran permitido disminuir de forma importante el déficit de infraestructura en salud y educación, lo que ha afectado la mejora de nuestro capital humano. Los grandes responsables fueron la ineficiencia y la corrupción. No fueron fallas del modelo económico, que siempre puede y debe ser mejorado, sino, sobre todo, de un Estado que no ha conseguido estar a la altura de lo que la población requiere y espera.
A pesar de lo expuesto, las críticas por parte de la izquierda se han centrado en el modelo económico y, por ende, en el capítulo económico de nuestra Constitución, pero nada más alejado de la realidad. Si el Estado hubiera funcionado, no solamente se hubieran obtenido altas tasas de crecimiento de nuestro PBI, sino que se hubieran terminado todos los hospitales que se quedaron a medio hacer y se hubiera continuado con la reforma educativa centrada en la mejora de la calidad de los estudios a todos los niveles.
Un reciente reporte del Banco Mundial reconoce los logros obtenidos en dicho periodo, que fueron consecuencia de los precios internacionales de los principales productos de exportación del país, pero también del buen manejo de la estabilidad macroeconómica y de la apertura comercial y financiera. Sin embargo, en el periodo que considera los seis años que van del 2014 al 2019, época prepandemia, si bien se siguió creciendo por encima de América Latina, con un promedio anual de 3.1% en comparación con el 0.6% de la tasa de crecimiento para la región, se creció por debajo del promedio mundial, que fue de 3.4%. En cuanto al presente Gobierno, dejando de lado las cifras del 2020 y 2021, distorsionadas por el efecto del COVID-19, todo parece indicar que los resultados económicos serán los peores en términos relativos en lo que va del siglo XXI. La consultora privada Macroconsult, por ejemplo, estima que el Perú crecerá, en el periodo 2022-2023, solamente un 2.5% por debajo tanto del promedio mundial como del promedio de la región latinoamericana.
¿Qué hay que hacer para recuperar el crecimiento que permita seguir trabajando por la mejora de los niveles de vida de los peruanos más allá de un mejor funcionamiento del Estado nacional? Según el estudio del Banco Mundial, “Perú Systematic Country Diagnostic Update (2022)”, se debe poner énfasis en la solución de dos problemas estructurales que fueron comentados en un informe del año 2017 y que se mantienen sin resolver en el informe del presente año. En primer lugar, se requiere incrementar significativamente la productividad del sector privado, y, en segundo lugar, es necesario que el crecimiento y desarrollo sea más homogéneo a nivel de todo el país y que no esté concentrado principalmente en Lima. El sector público y el privado deben trabajar para la solución de estos dos grandes problemas. En lo inmediato, no se requiere de ningún cambio del capítulo económico de nuestra Constitución. Teniendo claridad sobre los obstáculos para el crecimiento, estudiados por el Banco Mundial, y con políticas coordinadas podremos seguir adelante y recuperar el ritmo de crecimiento de los primeros 14 años de este siglo.