Asociado Senior de Rebaza, Alcázar & De las Casas
El compliance y la responsabilidad penal de la persona jurídica están con nosotros desde hace algunos años. Sin embargo, todavía existen muchas deficiencias que durante el 2023 deberán superarse.
En primer lugar, desde la perspectiva pública, el Estado debería mirarse introspectivamente y empezar un proceso de reevaluación de sus propios focos de riesgo penal, no solo para reducirlos sino también para identificar nuevas herramientas que permitan mitigar dichos riesgos, particularmente de corrupción, colusión y tráfico de influencias.
Asimismo, el Congreso debería revisar el proyecto para modificar la Ley N° 30424, “Ley que regula la responsabilidad administrativa de la persona jurídica”. Se debería reevaluar el alcance de los delitos previstos en dicha ley para incluir aquellos tipos penales que sí podrían tener un impacto positivo en el comportamiento de las empresas, tales como la corrupción privada y los delitos medioambientales.
En esta misma línea, se debería reforzar la capacitación a los Fiscales sobre el ámbito de aplicación de la ley antes mencionada. Ello permitiría que por fin conozcamos de alguna investigación iniciada contra alguna empresa de forma autónoma, que se sancionen a las organizaciones que incurren en prácticas delictivas y que los Fiscales comprendan el valor positivo que pueden tener algunas herramientas vinculadas al compliance, tales como las investigaciones internas.
Desde el ámbito privado, las empresas y los asesores en materia de compliance debemos olvidarnos de las capacitaciones que sencillamente repitan el texto de la norma. Los programas de capacitación deben estar enfocados en conectar y motivar al púbico objetivo de las organizaciones, hacerlos levantar de sus asientos e interiorizar que la corrupción no solo puede activar una contingencia relevante para la empresa sino para ellos mismos.
En esta línea, el entrenamiento de compliance no debe abordarse como un solo evento anual o que va de la mano con el proceso de inducción. Por el contrario, se trata de un proceso de acompañamiento permanente en el que, a través de situaciones límites de la vida real, se reflexiona sobre dilemas morales y se ejercita la ética de los trabajadores. El acompañamiento ético de la empresa genera un sentido de pertenencia entre los colaboradores, los cuales buscarán proteger a la organización de malas prácticas, por ejemplo, denunciando actos que consideren indebidos sin temor a represalias.
Finalmente, este nuevo año debería motivar un rol más participativo y consciente de la alta gerencia y Directorio. La experiencia nos enseña que el “tone at the top” es muy importante para definir el clima ético de la organización. Sin ellos no existirá ningún compliance, ni el más sofisticado, que funcione.