
Escribe: Patricio Valderrama-Murillo, experto en fenómenos naturales
Julio ha llegado con cielos despejados, temperaturas bajas y una oportunidad que pocas veces se reconoce: el invierno andino como motor para el turismo interno y receptivo. Mientras gran parte del país se abriga contra el frío, en regiones como Cusco, Arequipa, Puno, Apurímac o Huancavelica, el invierno seco crea las condiciones ideales para recibir visitantes. La ausencia de lluvias, la visibilidad perfecta en zonas de altura y una oferta cultural activa convierten al sur peruano en un destino estratégico durante esta temporada.
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Desde un punto de vista climático, este periodo –entre junio y septiembre– es el más estable del año en la sierra sur. Las lluvias son escasas, el riesgo de deslizamientos disminuye considerablemente y los días soleados permiten recorridos por sitios arqueológicos, caminatas en altura y excursiones a áreas naturales sin mayores interrupciones. Las temperaturas pueden bajar a 0°C o menos durante las noches, pero durante el día, los promedios de 17°C a 20°C son más que agradables para el visitante preparado. Esta previsibilidad climática es un activo, sobre todo en un país donde los fenómenos extremos suelen condicionar drásticamente la actividad económica.
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Y es que el clima, si se gestiona con inteligencia, puede ser una ventaja competitiva. Cusco, por ejemplo, ha alcanzado en algunos años su mayor flujo de turistas durante estos meses. Machu Picchu, Valle Sagrado, Choquequirao o la Montaña de Siete Colores son más accesibles y disfrutables sin lluvias ni neblina. Puno, con su cielo limpio sobre el Lago Titicaca, ofrece experiencias únicas de turismo vivencial. Arequipa, con su centro histórico y rutas hacia el Colca, también se beneficia de la estabilidad del invierno andino. Incluso Huancavelica y Apurímac, con menos protagonismo mediático, se abren paso como destinos emergentes gracias a su patrimonio natural y cultural, ahora más visitable.
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El reto, sin embargo, sigue siendo la articulación. Muchos emprendimientos turísticos locales no cuentan aún con herramientas para anticiparse a la temporada o al comportamiento climático. Los flujos de visitantes se concentran en zonas ya posicionadas, mientras que otras regiones con gran potencial siguen desatendidas. Aquí es donde el uso de pronósticos climáticos y herramientas de planificación territorial podrían marcar la diferencia. Integrar la información meteorológica con las estrategias de promoción turística no solo permite anticipar campañas, sino también mejorar la experiencia del viajero y reducir riesgos operativos.
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A nivel empresarial, varios hoteles, operadores y restaurantes en regiones andinas están comenzando a incorporar el clima como parte de su narrativa de valor. No es extraño ver promociones como paquetes turísticos ajustados al comportamiento térmico. Algunas agencias internacionales ya destacan al Perú como uno de los mejores destinos para trekking y aventura entre julio y agosto, justo por su combinación de clima seco, paisajes andinos y herencia cultural viva.
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El invierno 2025, en ese sentido, es una oportunidad para cambiar la forma en que concebimos el turismo. No se trata solo de resistir el frío, sino de entenderlo como parte de una ventaja estacional. Mientras otras regiones enfrentan lluvias o extremos climáticos, el sur andino ofrece seguridad, belleza y autenticidad. Solo hace falta conectar ese potencial con inversión, planificación y promoción inteligente.
El turismo climático no es una fantasía: es una estrategia posible. El cielo despejado, el sol frío y los caminos secos de este invierno son, en realidad, una invitación para volver a mirar al sur.