Economista
La economía peruana está creciendo, pero lo está haciendo muy débilmente. Según la última encuesta de expectativas macroeconómicas que mensualmente realiza el Banco Central de Reserva, el PBI crecería este año entre 2.5% y 3%. Esto no es malo, pero es poco. Sobre todo, teniendo en cuenta que hay un boom de precios de comodities que implica un shock externo favorable para nuestro país.
Junto con el bajo crecimiento los precios están creciendo a tasas elevadas. La inflación en los últimos 12 meses ya supera el 8%, el nivel más alto de los últimos 24 años(*). La inflación que estamos experimentando es un evento global: al mes de abril de este año la inflación en Brasil, Chile y Colombia fue de 12.1%, 10.5% y 9.2%, respectivamente. Asimismo la inflación anualizada de Estados Unidos es de 8.3%, la más alta desde 1982, y en la Eurozona de 7.5%.
La inflación está siendo impulsada por el alza del precio de la energía y de los alimentos. Frente a la inflación el gobierno de Pedro Castillo ha reaccionado eliminado el ISC a los combustibles de bajo octanaje y exonerando del IGV a los alimentos. Ninguna de las dos medidas ha tenido el efecto deseado y, por el contrario, se está sacrificando recursos fiscales. El petróleo ha seguido subiendo de precio, el último viernes llegó a los US$ 120 el barril. En esta coyuntura no parece el momento más adecuado implementar la medida de modificar el octanaje de las gasolinas y reducir el número de las mismas. Esto podría agravar el alza de los precios domésticos.
Pero lo peor estaría por venir. Algunos analistas, entre ellos el CEO de JP Morgan, coinciden que la economía mundial será azotada pronto por un huracán económico. Las nubes negras en el horizonte que presagian el huracán son la escasez de fertilizantes para la agricultura. Los fertilizantes sintéticos están subiendo de precios debido a varios factores: en primer lugar, el covid afectó la cadena de suministros globales, como lo ha hecho con muchos bienes; en segundo lugar, la invasión de Rusia y Ucrania agravó el problema; en tercer lugar, el alza del precio del gas que es un insumo de varios fertilizantes; y, finalmente, países como China han restringido sus exportaciones.
La escasez de fertilizantes y el alza de sus precios compromete la producción agrícola de los países. La producción de alimentos va a bajar en los próximos meses. Al caer la producción de alimentos va a haber escasez, lo que hará que aumenten aún más los precios. Algunas personas ya están hablando de hambruna. Los más afectados serán los pobres, tanto porque su canasta de consumo es más afectada por el alza de los alimentos como por que su poder adquisitivo es menor. Este es el huracán económico que se viene. Lo que no sabemos es si será de categoría 1 o 5.
Frente a ello debemos a estar preparados. La preparación implica la aplicación de políticas de oferta y de demanda. De oferta, para asistir a los agricultores con créditos y también subsidios para financiar la campaña agrícola y evitar la caída de la producción. También con medidas para mitigar la escasez. De demanda, para aumentar el ingreso disponible de los más pobres, vía transferencias monetarias denominadas bonos alimentarios que deben llegar oportunamente a la población objetivo.
La acción del gobierno de Castillo debe ser con medidas acertadas y oportunas. Se deben aprovechar las experiencias, con sus aciertos y errores, de la adquisición de vacunas y de reparto de bonos durante la pandemia. En el segundo caso la cuenta DNI ya debe estar implementada para todos los peruanos, en especial para los más pobres. El gobierno de Castillo no puede darse el lujo de seguir equivocándose en la gestión pública. No puede seguir manteniendo personas ni equipos inexpertos liderando los sectores de agricultura y de políticas sociales. Si en esta materia no corrige el rumbo rápidamente el huracán económico podría terminar arrasándonos.
(*) En mayo de 1998 la inflación anual fue de 8.25%.