Director del MBA con enfoque en Business Analytics de PBS
El periodista y sociólogo Malcom Gladwell en su excelente libro “Outliers. The story of success” describe cuáles son los factores que explican la excelencia. Gladwell se enfoca especialmente en la regla de las 10,000 horas concluyendo que tal tiempo de práctica es la clave para alcanzar la excelencia en cualquier actividad. Entre otros ejemplos, menciona que las grandes sinfonías de Mozart vinieron a los 21 años, considerando que comenzó a componer a los 7 años se le suponen más de 10.000 horas de práctica.
Estudios posteriores —McNamara y Maitra— afinan la conclusión del periodista postulando que las 10.000 horas no son condición suficiente, pero si necesaria —con solo practicar esa cantidad de tiempo no te conviertes en un virtuoso del violín, pero no puedes llegar a serlo sin haber invertido al menos esas horas—.
Pasando al mundo empresarial, un caso emblemático del valor que puede aportar una capacidad —el análisis de datos— a los negocios fue el protagonizado por Billy Beane, general manager de los Oakland Athletics, en el 2002: un mediocre equipo de béisbol, que adoptando un enfoque basado en analytics, pudo con un presupuesto limitado lograr ese año una temporada récord —recogida en “Moneyball”, libro y película homónimos—, lo interesante en este punto es que los equipos que siguieron la senda de los A’s como los Red Sox, los Cubs o los Astros cosecharon sus triunfos 1, 4 y 5 años después de la implementación de esta capacidad, respectivamente (nota: los Athletics, luego de triunfar nuevamente el 2003, tuvieron una sequía de resultados de 3 años).
En conclusión, una capacidad estratégica, por ejemplo, el uso intensivo de Inteligencia Artificial (IA), debe cumplir también con la regla de las 10,000 horas o por lo menos con la práctica continuada que la consolide, lo cual implica un acto de paciencia y perseverancia que va en contra de la ansiedad y el inmediatismo usual en algunas organizaciones hoy en día.
Imagine lo que hubiéramos perdido si Mozart abandonaba la música a los 9 años, o si Walt Disney hubiera dejado de dibujar cuando el Kansas City Star lo despidió “por no ser lo suficientemente bueno” o si Roger Federer rechazaba el tenis por solo ser tercero en el ranking juvenil suizo. Sugerencia: trate de ubicar en su empresa aquellas capacidades que se merecen las 10.000 horas, no vaya a suceder que su impaciencia lo haga perderse una gran sinfonía.
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