Periodista
Hemos iniciado julio con las mismas versiones oficiales, pero también con los mismos temores, apremios, dudas y problemas que en junio.
A nivel sanitario, tenemos los mismos temores. Mientras el Gobierno señala que hay un claro descenso de los contagios y que estamos ya preparados para un rebrote, algunos ministros dicen que el virus está en la calle, los hospitales siguen señalando que están al tope, no hay oxígeno todavía, el número de fallecidos no cede, los especialistas dicen que el fin de la cuarentena nos va a llevar a un fuerte rebrote, y la OPS anuncia que recién en agosto el Perú alcanzará el pico de los contagios y que al mes de octubre tendremos más de cuarenta mil fallecidos.
En lo económico, tenemos también muchos apremios y dudas. Para el Gobierno, todo se ha hecho bien, han dejado todo en la cancha, las fases vienen cumpliéndose, este mes el 95% de la economía estará ya funcionando, y muy pronto veremos el país reactivado.
Sin embargo, otra cosa parece ser la que se ve en la calle, se escucha de la gente, y se conoce a través de los medios. Los bonos y los créditos se anuncian pero no llegan, al menos a quienes deben llegar. Las medidas como Reactiva II o el subsidio al transporte demoran en salir.
El BCR y la SBS tienen que correr para socorrer al MEF y decirle al Congreso y a la opinión pública lo que desde el jirón Junín no se animan a decir.
La realidad ha desbordado a las famosas fases, y ya no hay mucha claridad sobre las medidas, protocolos y controles. El transporte y el comercio son un claro ejemplo de ese desborde.
El hecho de que al mes de julio se quiera autorizar el funcionamiento del 95% de las empresas y negocios (se supone que se habla del 95% del 100% de febrero 2020) no significa que ese porcentaje se reactive automáticamente. Una parte de ese 95% ya no existe, ha cerrado permanente o temporalmente.
Otra parte se ha reducido en tamaño y estructura por falta de recursos, producción y de demanda, y a otra le han reducido los aforos, por lo que sus ingresos serán por un tiempo de 40% o 50% menos, mientras sus costos fijos, de operación y tributarios, no tendrán la misma reducción.
Si a eso le sumamos que el consumo será restringido todavía (por la incertidumbre, por el menor poder adquisitivo de la población, por temor, por sus mayores gastos en salud, y por las limitaciones que todavía existen), podremos darnos cuenta de que lo de la reactivación al 95% es un buen deseo o una buena cifra en la pizarra, pero no necesariamente una realidad.
Muchos ven cada día más claramente una gestión gubernamental agotada, y quizás por eso más descoordinada y contradictoria (protectores faciales sí, protectores faciales no), y con una notoria debilidad y hasta parálisis del aparato público.
Una gestión que se pelea hasta con sus propios aliados (bancos en Reactiva y bonos, y las empresas de transporte de valores en bonos). Un gobierno que no sabe qué hacer con un Congreso que parece darle cucharadas de su misma medicina.
Urgen cambios, pero no solo de ministros. Se necesita un rumbo y decisiones claras pensando en el país y no en las encuestas.