Escribe: Marilú Martens, directora de Care Perú.
Para quienes trabajamos en la mejora del sistema educativo en el país, uno de los retos más apremiantes es la inserción laboral de los egresados de la educación superior. A pesar de que solo el 30.9% de los estudiantes de la educación básica logra transitar a la educación superior en institutos o universidades, el siguiente desafío llega con la transición a la vida profesional, que enfrenta a los jóvenes con múltiples obstáculos.
Uno de los principales factores que agrava esta situación es el avance de la tecnología en todos los sectores laborales, lo que ha cambiado las expectativas de las empresas. Según la Encuesta de Demanda Ocupacional del MTPE del 2023, el 73.7% de los nuevos empleos exige al menos una habilidad digital. Esta cifra es alarmante en un país donde solo el 55.6% de los hogares tiene acceso a Internet, acentuando la brecha digital como una de las principales fuentes de desigualdad.
Además, siete de cada 10 puestos de trabajo requieren experiencia previa. Esto significa que, de los 100 mil graduados anuales de institutos y universidades peruanas, solo el 50% logra empleo dentro de los cinco meses posteriores a su graduación, según el Estudio sobre la Inserción Laboral de los Egresados de Educación Superior 2023 del Minedu. Esta realidad revela un desajuste entre la formación académica y las demandas del mercado.
Frente a estos desafíos, muchas instituciones educativas están implementando programas híbridos que permiten a los estudiantes acceder a formación técnica o universitaria en línea. Esta modalidad ofrece flexibilidad a aquellos que deben trabajar para financiar sus estudios, pero también enfrenta problemas. En países como Estados Unidos, se han identificado dificultades como la falta de motivación y autodisciplina entre los estudiantes, así como la complejidad de adaptar evaluaciones tradicionales a entornos virtuales. La adaptación de las instituciones educativas a estos nuevos formatos es crucial; muchos docentes requieren capacitación en metodologías de enseñanza en línea, lo que representa un reto en un sistema tradicionalmente enfocado en la enseñanza presencial.
En este contexto, la educación continua se vuelve fundamental. Adquirir nuevas habilidades es clave para mantenerse vigente en medio de las transformaciones digitales, personales y laborales. La academia debe centrarse en las necesidades, expectativas y opciones del usuario final, ofreciendo formación versátil, de excelencia e innovación, personalizada, rápida y específica. Se estima que 375 millones de trabajadores en el mundo podrían necesitar reentrenamiento debido a los cambios en la demanda de habilidades, lo que exige un enfoque más dinámico y adaptable de la educación.
Para que la educación híbrida se convierta en una opción viable, es necesario aumentar la inversión en investigación y desarrollo. Actualmente, Perú destina solo un 0.16% de su PBI a este ámbito, una cifra que debe incrementarse para definir estrategias que reduzcan la brecha digital y fortalezcan la oferta educativa, desarrollando así las competencias de los egresados de manera pertinente.
Asimismo, se requiere un enfoque colaborativo que incentive a las empresas a invertir en investigación y desarrollo en asociación con universidades y centros de investigación. La articulación entre el sector privado y la academia, respaldada por organizaciones con experiencia en proyectos sociales, es fundamental para transformar esta situación.
Finalmente, y con un inmenso acento, es esencial que las instituciones de educación superior asuman la responsabilidad de formar profesionales éticos, con sólidos valores ciudadanos. La educación no debe centrarse únicamente en las competencias técnicas, sino también en la formación integral del individuo, promoviendo principios de responsabilidad social y una mentalidad empresarial que impulse la innovación y la sostenibilidad en el entorno laboral. Esto asegurará que los egresados no solo sean competentes, sino que también contribuyan positivamente al desarrollo económico y social del país.
El objetivo es construir un futuro con más oportunidades para los jóvenes profesionales y fomentar una economía inclusiva y sostenible. Solo a través de un esfuerzo conjunto podremos asegurar una transición efectiva para nuestros estudiantes al mercado laboral. Ellos confían en nosotros; no podemos defraudarlos.
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