CEO de Delosi
Me hicieron esa pregunta en un panel del programa de liderazgo ciudadano para jóvenes (Patria C).
Al reflexionar sobre el contexto actual lo primero que pensé fue en un liderazgo político orientado a servir a la ciudadanía, y no a servirse del poder que la misma les dio. Un liderazgo político que cumpla con las tres dimensiones de la confianza: querer, saber y poder. Confiamos en personas e instituciones que realmente quieran nuestro bien, que conozcan nuestra problemática y que tengan la capacidad de crear e implementar acciones para resolverla. Quienes nos gobiernan hoy están jalados en las tres.
Si pienso en el plano internacional, quisiera un liderazgo que no pierda el sentido de unidad global, que entienda que las fronteras son convenciones, que estamos conectados y que nadie es una isla. Un liderazgo que considere a las futuras generaciones que van a vivir en este planeta y se responsabilice en dejarles uno en el que puedan vivir con una calidad de vida igual o mejor a la que tenemos hoy.
Al ver lo lejos que están nuestros líderes locales y globales del ejercicio de este tipo de liderazgo, me siento interpelado a mirarme y pensar en mi entorno, y reformular la pregunta:
¿Qué tipo de liderazgo se requiere de mí y de las personas que lideramos empresas en nuestro querido Perú?
Y ensayo la siguiente propuesta:
Para un contexto incierto y polarizado, se requiere que ejerzamos un liderazgo valiente y empático, que le devuelva a la sociedad esa confianza y sentido de comunidad que está buscando.
Valiente porque es momento de enfrentar los desafíos con entusiasmo por más grandes y persistentes que estos parezcan.
Valientes para sostener con firmeza la brújula de nuestros ideales y no conformarnos con una realidad que dista de los mismos.
Valientes para decir lo que pensamos, pero también para sentarse y escuchar a quienes piensan distinto, como decía Churchill.
Empático, para ampliar nuestra perspectiva y entender la realidad en los zapatos de otras personas, y esto no es posible sin sacarnos los nuestros. Es decir, siendo conscientes de nuestros propios paradigmas y sesgos. Aceptar que podemos estar equivocados, que nuestra verdad es solo una parte de una realidad más grande. Por lo tanto, en vez de imponer ideas o convencer, trabajar en cocrear y entender.
Empatía y valentía mantienen nuestro ego observado y nos permite actuar de manera humana y ser relevantes para la sociedad y nuestro equipo.
En semanas de presupuestos y planes, una acción simple que demuestre ese liderazgo podría ser tomarnos un tiempo para escuchar cómo están las personas que trabajan con nosotros a nivel personal, cómo se sienten, qué les preocupa, sin tratar de tener las respuestas, solo escuchar, entender y agradecer. Estoy seguro de que este ejercicio nos ayudará a tener claridad para distinguir qué es lo más importante en estos momentos.