Ricardo Valcárcel, Analista económico
Periódicamente, el BCR, el MEF, y diversas entidades nacionales y multilaterales que estudian la evolución de la economía peruana, vienen revisando su proyección de crecimiento a la baja. Con el primer semestre perdido y con esa tendencia sin visos de parar, la recesión en el 2023 resulta ya evidente.
Como, igualmente, la inflación no cede lo suficiente para acercarse a la meta del BCR, estamos arribando a un escenario de estanflación para el presente año, y con el riesgo adicional de extenderse durante el 2024.
El fenómeno de la estanflación comporta un peligro mayor, el de ingresar a un círculo vicioso con el rompimiento de la cadena de pagos, que ahondaría la propia estanflación.
Miguel, 41 años con esposa y dos hijos en edad escolar, es un profesional que trabajaba ya varios años en una empresa. Vive en un departamento que alquila. La empresa, por la situación económica general, no pudo subsistir y Miguel quedó, imprevistamente, sin empleo.
Miguel no tiene ahorros pues todo su sueldo le alcanzaba ajustadamente para sus gastos familiares. Intentó conseguir otro trabajo pero no lo consiguió, pues todas las empresas de su ramo están similarmente complicadas. Se dedica a realizar trabajos ocasionales que le permite pagar la comida y los estudios de los hijos.
Miguel, sin intención inicial, dejó de pagar la renta a Carlos, quien es un jubilado de 76 años con esposa enferma. La vida de Carlos se ha complicado bastante, pues dicha renta impaga era su ingreso básico para solventar sus gastos. Carlos se ve impelido a despedir a María, su empleada de muchos años, empujándola a una mayor pobreza de la que ya sobrellevaba.
Todos los aludidos van reduciendo su consumo de bienes y servicios y, cuando ello se reproduce a buena parte de la población, las bodegas, mercados de abastos, y todo tipo de comercio ven disminuir su clientela. Esto afecta mayormente a los trabajadores independientes, informales la mayoría. Similarmente daña a las pequeñas empresas que no pueden sobrevivir y quiebran.
Tal contracción del consumo es un fenómeno lento que, en forma agregada, conduce a una pérdida de empleos, una baja sustancial de la rentabilidad de las empresas que subsisten, y a un desinterés por invertir, lo que ya viene sucediendo.
El Gobierno y el Congreso, con sus propias falencias, empeoran la situación, originando diariamente inseguridad e inestabilidad, menoscabando las expectativas y la confianza de los agentes económicos.
A ello se suma el declive de la recaudación tributaria, propia del quebranto económico y de una disminución de los precios de exportación. Ello limitará la asistencia estatal a los más necesitados, o se hará de toda forma aumentado el déficit fiscal. El círculo vicioso se va completando con una crisis social, política y sanitaria, que se retroalimenta.
La contracción económica va diseminando sus adversidades también al sector financiero. La población, luego de consumir sus ahorros, apela a préstamos familiares y a los bancarios. Pronto se topan con un endeudamiento que no pueden pagar. Intentarán reprogramar sus deudas, pero se les cierra esa fuente de ingresos.
Al respecto, los bancos ya están otorgando sus nuevos préstamos con mayor cautela, aumentando los requisitos y los costos financieros. Restringen, también, la emisión de nuevas tarjetas de crédito y cancelan o no renuevan muchas vigentes, para limitar la morosidad que va en aumento. Los préstamos hipotecarios se van reduciendo, con las tasas de interés actualmente altas.
No es de alegrarse de que la inflación disminuya por una demanda menor, es la consecuencia de un empobrecimiento de la población y de las empresas ante la falta de recursos. Posiblemente tal desaceleración ocurrirá, acercándose la inflación al rango meta del BCR hacia finales del 2024, pero con un país estancado en su desarrollo por varios años.
Las empresas de todo tamaño no sólo son perjudicadas por una demanda menguada, sino igualmente por el aumento de sus costos de financiamiento, de producción y de transporte. Las familias son damnificadas por menores ingresos y la inflación, un triste sánguche.
Del exterior poco podemos esperar, pues los países desarrollados occidentales pugnan con sus propias dificultades de crecimiento e inflación. La esperanza de una China que remolque la economía mundial, en el mejor de los casos será tibia durante el presente año. Se agrega a la estanflación mundial, el Fenómeno de El Niño, con los gastos extraordinarios de prevención y reparación de los daños que cause.
Todos los factores antedichos lo están advirtiendo las calificadoras de riesgo internacionales. Ya han efectuado diversas observaciones y podríamos sufrir una nota negativa de ellas, agravando nuestra condición económica aún más, alarmando a potenciales inversionistas.
Dominar la estanflación vigente es posible, pero sería un progreso pausado si concurren algunos factores hoy ausentes. De esperanzas también se vive, pero siendo realistas, esa prolongada recuperación la pagaremos con la tuya y con la mía durante muchos años.