Analista económico
Ya existe un consenso generalizado, que la recesión y la inflación estarán presentes en el segundo semestre del 2022 y en el 2023 en las principales economías del mundo.
El segundo trimestre del presente año mostró datos que la estanflación ya llegó para difundirse, durante el periodo anotado. EE.UU., Europa, Canadá, Japón, Australia, Corea del Sur, Reino Unido sufrirán tal evento, contagiándose unos a otros.
China, con su política de cero-covid, aporta lo suyo para este trance planetario al paralizar las actividades en muchas regiones. Si bien no caerá en recesión, su crecimiento será muy bajo. Prácticamente todos los motores económicos del mundo están averiados.
Los ingredientes de la compleja situación actual se vienen recopilando desde varios años atrás. El principal fue el “remedio” para superar la crisis anterior, la del 2008 llamada la Gran Recesión, gatillada inicialmente por la caída de un gran banco Lehman Brothers, que trajo una trasformación bancaria sin precedentes.
Los grandes países, especialmente EE.UU. y Europa, optaron por lanzar al viento mucho dinero para generar demanda y contener una posible depresión económica.
Los enormes estímulos fiscales y el gran endeudamiento público de los siguientes años, lograron que se viviera en una ilusión de normalidad que fue detenida por la pandemia del COVID 19. Se continuó entonces con la receta de crear más y más dinero, que hoy, como una burbuja de jabón, está reventando.
Ahora es turno de pagar esa factura. En otro nivel, pero algo indicativo, es lo que ocurrió en el primer gobierno de Alan García. Se imprimía dinero a chorros, no se permitió ninguna subida de precio de productos durante más de dos años, huyeron los capitales, cesaron las inversiones, y se desembocó en una hiperinflación, escasez extrema, enorme pobreza y desempleo. Todo un desmadre.
No hay escape, todos los bancos centrales están dedicados a parar las inflaciones de sus países antes que se desboquen. No estimaron acertadamente el grado del problema, ahora están aumentando agresivamente las tasas de interés para enfriar la demanda de bienes y servicios.
La FED lleva el liderazgo en tal arremetida contractiva. Con una inflación cerca al 10% en EE.UU., su tasa de interés de referencia va a subir aceleradamente en los siguientes semestres. Ello ahondará su recesión. Difícil escoger la oportunidad y la intensidad de las subidas, para lidiar contra esos dos males.
La estanflación mundial estará fomentada adicionalmente por una serie de otros factores importantes. La guerra prolongada Rusia-Ucrania que mantendrá alto el precio de la energía, de los fertilizantes y de los alimentos.
Asimismo, la desglobalización producto de la lucha por la supremacía mundial entre China y EE.UU. tendrá consecuencias económicas, con mayores sanciones de ambos lados y atascos en el suministro de bienes y servicios. Los países que tienen alta relación con ambos países, como el Perú, estarán presionados para que escojan a que bando ayudan y a que bando estorban.
Los países subdesarrollados, tienen menos defensas contra el huracán económico externo expuesto. En ellos las inversiones se retraerán o se postergarán. Los créditos nuevos se les encarecerán o serán escasos. Sus pagos por la deuda vigente a sus acreedores internacionales serán más onerosos.
También, sus monedas se devaluarán contra el dólar, refugio natural en estas coyunturas, tendrán costos mayores por sus importaciones y menores precios por sus exportaciones. Disminuirían sus reservas internacionales y las calificadoras de riesgo bajarían la calificación de sus títulos valores.
El Perú, como país emergente, padecerá todas las derivaciones señaladas de la estanflación mundial que pagaremos con la tuya y con la mía. Peor aún, pues está afligido con problemas internos muy complicados, que le impiden tomar medidas racionales y oportunas.
El desgobierno es generalizado y las otras instituciones públicas y privadas están, la mayoría, débiles, corruptas y sin capacidad de poder ayudar para salir del caos. El desenlace del nudo político en que nos encontramos, cuando ocurra no nos asegura algo auspicioso, pero es necesario que suceda pronto para tener alguna esperanza de mejora en el largo plazo.
El Perú a nivel general, empresarial y familiar se mueve día a día en medio de gran incertidumbre. No se ven luces, puras sombras.
Nuestra producción de metales disminuye, al igual que sus precios internacionales. Pronto se sentirá la menor recaudación de tributos, y un aumento del déficit fiscal, especialmente por el posible populismo del gobierno para autosostenerse y lograr todo lo que pueda ganar en las elecciones regionales y municipales del 2 de octubre.
La probabilidad de mayores conflictos sociales aumenta. Huelgas, corte de carreteras, mayores conflictos entre comunidades y empresas son algunas posibilidades. El desgobierno, el desempleo y la pobreza que sobrevendrá acrecentarán la inseguridad ciudadana.
Un tema adicional importante. Esta anarquía que estamos atravesando es aprovechada por el narcotráfico. Este negocio necesita la desorganización general para tener las mayores facilidades para producir, transformar y transportar la droga. Encima, promueve esa misma desorganización para ir convirtiendo al país en un narco-estado, pervirtiendo, de paso, lo que subsiste como economía formal.