Con frecuencia, se dice que la vida es un viaje, no un destino. En las empresas parecería que ponemos el acento en lo segundo: nos fijamos objetivos y hacia allí apuntamos todas nuestras acciones. Es interesante la opinión de John Bingham, un experimentado maratonista contemporáneo, que afirma que la clave de ese deporte es disfrutar del trayecto, no obsesionarse con la meta: esta sí importa, pero no a cualquier costo. Viaje y destino no son incompatibles ni opuestos.