Gerente de Alternativos y Análisis de Prima AFP
El cambio climático causado por el hombre ya está afectando el clima y generando fenómenos climáticos extremos en todas las regiones del mundo. Esto ha generado impactos adversos generalizados, como pérdidas y daños relacionados con la naturaleza y las personas.
Esa fue una de las principales conclusiones del “Informe de Síntesis AR6: cambio climático 2023″, presentado por el Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático (IPCC, por sus siglas en inglés) la semana pasada. La advertencia del grupo de científicos reunido por las Naciones Unidas para monitorear y evaluar la ciencia global relacionada al cambio climático y que resumen cinco años de informes sobre el aumento de la temperatura global, las emisiones de combustibles fósiles y los impactos climáticos, no se puede pasar por agua tibia.
De acuerdo con el informe, aproximadamente entre 3,300 y 3,600 millones de personas viven en contextos que son altamente vulnerables al cambio climático. Y, lamentablemente, son las comunidades vulnerables, que históricamente han contribuido menos al cambio climático actual, las que se ven afectadas de manera desproporcionada como es el caso de Latinoamérica y, en particular, de nuestro país. Entre 2010 y 2020, la mortalidad humana por inundaciones, sequías y tormentas fue 15 veces mayor en las regiones altamente vulnerables, en comparación con las regiones con muy baja vulnerabilidad. El estudio deja claro que las opciones de adaptación, que son factibles y efectivas hoy en día, se volverán limitadas y menos efectivas a medida que continúe el calentamiento global.
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El llamado a la acción es urgente. Definitivamente la emergencia por el paso del ciclón Yaku ha puesto en evidencia, una vez más, lo poco preparados que estamos como país para este tipo de desastres y menos aún para una mayor frecuencia e intensidad de estos. Lo que es realmente preocupante, puesto que, en adición a lo que la ciencia nos viene alertando, hemos vivido en carne propia y conocemos la vulnerabilidad que nos caracteriza frente a este tipo de eventos relacionados al calentamiento del océano en particular. La falta de planificación y alta informalidad que se evidencia en la configuración de nuestras ciudades; así como la falta de capacidad de ejecución, gestión de riesgo de desastres y el mal endémico de la corrupción, siguen poniendo en riesgo sobre todo a los más vulnerables de nuestra sociedad.
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Solo basta recordar el efecto devastador que tuvo El Niño costero de 2017, que provocó lluvias extremas con un alto costo en pérdidas monetarias, cientos de miles de habitantes afectados e infraestructura dañada, la cual no termina de ser reconstruida y vuelve a ser afectada por un desastre natural. Es urgente atender la emergencia y acelerar las medidas de adaptación, dado que, al ritmo de la acción climática actual en el mundo, el calentamiento global continuará y con él sus dramáticas consecuencias.