Escribe: Omar Mariluz, director periodístico de Gestión.
¿Ahorrar para el futuro o pagar las cuentas del mes? ¿Preocuparme por mi vejez a los 36 años o comprar los muebles de la casa? Estas son preguntas completamente válidas que millones de peruanos se han planteado en los últimos meses. Es evidente que, en la mayoría de los casos, el gasto inmediato ha prevalecido sobre el ahorro a largo plazo. Esto es parte del comportamiento humano y, en gran medida, comprensible.
De hecho, la liberación de fondos de las AFP y la CTS ha sido un alivio directo para la economía peruana. Estos recursos han permitido dinamizar el consumo privado de las familias, especialmente durante los meses de julio y agosto, como lo ha reconocido el Ministerio de Economía y Finanzas en la actualización del Marco Macroeconómico Multianual 2025–2028.
Del séptimo retiro aprobado por el Congreso, se han desembolsado más de S/27,000 millones de los fondos de AFP de 4.1 millones de afiliados. Mientras tanto, se estima que de las cuentas de CTS se han liberado más de S/8,500 millones. Estas sumas se usaron para pagar deudas y satisfacer las necesidades diarias de las personas.
Evidentemente, ha sido una inyección directa al consumo privado, y eso se verá reflejado en las cifras de crecimiento económico de julio y agosto. Sin embargo, la pregunta crucial es: ¿es esto sostenible en el tiempo? Seamos claros: estos recursos son limitados, y la recuperación de la economía no debería depender de fondos que fueron diseñados para proteger a los trabajadores en momentos críticos.
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Hoy, millones de peruanos se encuentran sin un solo sol en sus cuentas de CTS o en sus fondos de AFP. Y aunque entiendo que muchos prefieren no pensar en el futuro cuando el presente es tan abrumador, la realidad es que los trabajadores formales de Perú son ahora más vulnerables que hace diez años.
Estos trabajadores ya no tienen un fondo de emergencia, como lo era la CTS, para enfrentar un despido inesperado, y ni hablemos de cómo llegarán a la jubilación. Además, solo estamos considerando a los trabajadores formales, quienes tienen el privilegio de contar con estos beneficios. En Perú, la mayoría de la fuerza laboral es informal, lo que significa que viven en una vulnerabilidad aún mayor.
No es de extrañar que, la semana pasada, Scotiabank advirtiera que el endeudamiento de las familias peruanas ha alcanzado niveles “nunca antes vistos”. Esto pone en evidencia que, en muchos sectores de la población, los ingresos no son suficientes para cubrir los gastos, y las personas se ven obligadas a recurrir a cualquier recurso disponible.
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Este escenario es preocupante porque muestra una clase media extremadamente frágil, que, ante cualquier adversidad, corre el riesgo de caer en la pobreza. Por tanto, la recuperación económica no debería depender de estos fondos, sino del fomento de la inversión privada.
Es la inversión privada la que puede generar empleo y mejorar los ingresos de los trabajadores, lo que a su vez impulsaría el consumo privado de manera sostenible. El oxígeno proporcionado por las AFP y CTS se está agotando, y es urgente encontrar una solución más estructural para sostener la economía.
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