
Escribe: José Pedro Martínez Sanguinetti, CEO de Sothys Capital
Históricamente, las recesiones en la economía mundial han sido eventos que ocurren, relativamente, con poca frecuencia. Durante el siglo XX y lo que llevamos del siglo XXI, estas recesiones globales han sucedido aproximadamente cada 10 o 15 años, y en las últimas décadas, su duración ha oscilado entre 12 y 18 meses. Estos parámetros caracterizan a las recesiones como fenómenos aislados y poco habituales, aunque siempre con una probabilidad latente.
LEA TAMBIÉN: Invertir en medio de la volatilidad: Lo que hay que saber
La baja frecuencia de recesiones a nivel global se debe a que es necesario que se conjuguen múltiples factores cuya combinación es altamente improbable. Generalmente, estos eventos son desencadenados por “factores de oferta”, es decir, aquellos que impactan la capacidad de producción de bienes y servicios a nivel mundial. Entre las causas de recesiones globales se encuentran grandes conflictos armados que interrumpen las cadenas de suministro (como las guerras mundiales), pandemias (como la Covid-19), o crisis financieras que afectan la continuidad de los pagos globales (como la crisis de 2008-2009).
LEA TAMBIÉN: Shock desregulatorio: sin articulación no hay reforma efectiva
En contraste, en los Estados Unidos, las recesiones son más frecuentes: ocurren cada 5 a 10 años y tienden a ser más cortas, con una duración de 6 a 18 meses. Esto se debe a que a las recesiones provocadas por condiciones globales adversas se suman aquellas ocasionadas por “factores de oferta locales”, como desastres naturales o crisis financieras nacionales (ejemplo: la crisis de “savings & loans” en los años 80), y por “factores de demanda”, que se relacionan con cambios en las tasas de interés o en el gasto público. Las recesiones asociadas a “factores de demanda” suelen ser más breves, mientras que otras pueden extenderse.
LEA TAMBIÉN: Inseguridad ciudadana: Así afecta a la economia en cuatro aspectos
En la actualidad, la probabilidad de enfrentar una recesión global ha aumentado considerablemente, específicamente por el conflicto comercial entre las dos principales potencias económicas del mundo: EE. UU. y China. Este es el segundo conflicto comercial entre ambos países en la última década; el primero tuvo lugar en 2018/2019, resultando en menor crecimiento, mayor inflación y un impacto negativo en la valorización de empresas. Esta confrontación también complicó la respuesta a la pandemia de Covid que emergió a finales de 2019.
LEA TAMBIÉN: Es urgente revisar y reducir el impacto de los descansos laborales: Tres claves según EY
El actual conflicto comercial presenta características propias de una contienda geopolítica, ya que las tarifas impuestas por EE. UU. se justifican bajo argumentos de seguridad nacional, mientras que ambos países han intercambiado restricciones comerciales junto a ataques cibernéticos. Esta crisis se asemeja a fenómenos pasados, como la Ley Smoot-Hawley, de la década de 1930, que impuso aranceles a 20,000 productos importados en un intento fallido de mitigar los efectos del colapso bursátil de 1929 al fomentar la sustitución de importaciones, reforzando así el proteccionismo y prolongando la Gran Depresión.
LEA TAMBIÉN: Guerra comercial: ¿Qué sectores estratégicos podría afectar en lo laboral?
Por último, creer que las recesiones son fenómenos triviales que se repiten y resuelven rápidamente es una ilusión. Si bien es cierto que, “en promedio”, las economías suelen recuperarse rápidamente de las crisis, existen colectivos específicos dentro de cada economía que enfrentan efectos irreversibles.
Los niños con nutrición deficiente pueden sufrir daños intelectuales permanentes; los jóvenes que abandonan sus estudios experimentan consecuencias duraderas; los adultos que pierden su trabajo pueden ver comprometida su posibilidad de reinsertarse laboralmente, y aquellos que abandonan tratamientos médicos o pierden sus hogares enfrentan un daño que persiste a lo largo de sus vidas. Estos efectos, distan de ser triviales.
LEA TAMBIÉN: Declaración de impuestos para personas naturales: puntos clave para evitar sanciones
Las personas que perdieron sus empleos durante la Gran Recesión de 2008-2009, sufrieron una reducción de entre 10% y 20% de sus ingresos de por vida. Según estudios, la incidencia de la depresión clínica aumentó entre 20% y 30% y el número de personas sin hogar aumentó en 20%. Como consecuencia de estos daños de largo plazo, las recesiones no afectan a todos por igual: durante la crisis del 2008, los ingresos de los hogares más pobres de los EE.UU. cayeron en 10% de manera permanente. Los de los hogares más ricos subieron 21% por encima de sus niveles previos a la crísis.
