
Escribe: Omar Mariluz Laguna, director periodístico de Gestión
En el Perú ya no hace falta tener una obra para anunciar su marcha blanca. Basta con tener una buena escenografía, un video bien editado y, por supuesto, una promesa rimbombante de que “ya vienen los trenes”. Así es como el alcalde de Lima, Rafael López Aliaga, ha presentado la llegada triunfal de 90 vagones y 19 locomotoras diésel-eléctricas que, para quienes no lo sabían, hicieron su debut en sociedad en los años ochenta en California, fueron reacondicionados en los años dos mil, y hoy, décadas después, parecen haber sido convocados para un remake ferroviario en Lima Este.
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Todo muy bien, salvo por un detalle que no es menor: la obra no existe.
No es que esté retrasada. No es que falte poco. Es que literalmente no ha empezado. Y no lo dice un opinólogo cualquiera. Lo dice nada menos que el ministro de Transportes y Comunicaciones, César Sandoval, quien con una mezcla de asombro e incomodidad aclaró que ni hay expediente técnico, ni cronograma, ni estaciones, ni vías, ni nada que justifique que se esté hablando de una “marcha blanca”. Porque, como bien explica, esa solo se da cuando una obra termina. No cuando se improvisa.
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Pero la realidad nunca ha sido obstáculo para el marketing político. Según el municipio de Lima, se trata de una “donación”. Pero como ocurre con muchas “donaciones”, los limeños terminaremos pagando más de US$ 24 millones –casi S/ 91 millones– en maquinaria, repuestos y traslados. Y si bien el ahora ministro de Economía, Raúl Pérez-Reyes aseguró que esto equivale a una inversión de casi US$ 1,000 millones, el nuevo titular del MTC parece no haber recibido ni la invitación para la reunión de coordinación.
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Hasta ahora, no hay respuesta del alcalde a las comunicaciones formales del MTC. Y, como si esto fuera poco, no hay definiciones sobre cómo se integraría esta línea con la Línea 1, Línea 2 del Metro de Lima y el Metropolitano. No hay ni una sola estación construida. No hay paraderos. No hay doble vía. Y, por supuesto, no hay estudios concluidos.
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Eso sí, lo que sí hay es expectativa. Porque la idea, en el papel, suena bien: una ruta de 40 kilómetros entre Lima y Chosica, con 14 estaciones y una primera etapa que movilizaría 16 mil personas al día, y una segunda que podría alcanzar las 200 mil. Todo bajo la administración del Ferrocarril Central Andino (FCCA), que opera actualmente el tramo Lima–Huancayo. Pero de idea a ejecución hay una distancia más larga que la misma ruta propuesta.
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Y si el proyecto lo asume el MTC –porque la municipalidad no tiene ni presupuesto ni capacidad técnica para desarrollarlo–, entonces se requeriría una adenda a la concesión existente, que a su vez exige estudios técnicos, revisiones legales, y todo un proceso que no se hace de la noche a la mañana. De hecho, el propio ministro estima que recién ese trámite tomaría al menos un año.
Entonces, ¿por qué anunciar un tren que no existe como si ya estuviera listo para salir a la vía? ¿Cómo es posible que en una obra de esta magnitud no haya el mínimo nivel de coordinación entre la Municipalidad de Lima, la ATU y el MTC?
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La respuesta, como siempre, parece estar en la política del titular fácil, la promesa inflada y la inversión sin fiscalización. Mientras tanto, los trenes esperan en el puerto, listos para ser exhibidos como trofeos de gestión, aunque no tengan por dónde transitar.
A este paso, no nos sorprendería que para el 28 de julio también anuncien el primer viaje a Marte en Metropolitano. Total, anunciar es gratis. Lo que cuesta es cumplir.