
Escribe: José Ricardo Stok, Profesor emérito del PAD
La empresa es una organización humana con un objetivo fundamental: generar valor y compartirlo, servir a la sociedad, ser promotora del bien común. Para lograrlo, como todo organismo vivo, es preciso despojarse de vicios y males, rémoras y defectos que pululan en el ambiente y fácilmente se contagian. ¡Hay que despojarse de todo lo que enferma al hombre, a la empresa y a la sociedad!
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Sin reparo, llegamos a unirnos a las voces de quienes están cansados de algo: intromisiones estatales, cambios regulativos, trámites interminables, desorden, falta de atención adecuada. Sin embargo, nos callamos ante males mucho mayores. Es nuestro deber decir: ¡basta ya de corrupción! No entremos en trampas como la coima, el soborno, el chantaje… medios de mantenerse vigente a los que se llega fácilmente, pero terminan siendo un viaje de ida del que no se puede escapar.
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Es un deber de todos levantar la voz para exigir la verdad. ¡Basta ya de mentira! Descubramos, identifiquemos la mentira y a los mentirosos, que utilizan el “se dice” o “parece que” para repartir su ponzoña por la sociedad, enlodando la buena honra de personas e instituciones. ¿Por qué se piensa que decir la verdad perjudicará? Ir con la verdad, promover la transparencia en todos los niveles nunca puede ser perjudicial. La verdad siempre sale a la luz, y si alguien se perjudica no es el honesto, el franco, el sincero, sino el mentiroso, el embustero, el ventajero.
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Hay que despojarse de la mediocridad, es decir, salir de eso que hoy llamamos “zona de confort”. Y esto es sumamente importante para aquellos que ocupan sitios de liderazgo. Los equipos que se conforman con ser buenos suelen quedarse atrás en un mundo donde la excelencia es la única moneda que vale. Y es claro que la perfección es inalcanzable, pero renunciar a la búsqueda de la excelencia es un paso firme hacia la mediocridad.
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El poeta uruguayo Mario Benedetti escribió: “Me gusta la gente que vibra, que no hay que empujarla, que no hay que decirle que haga las cosas, sino que sabe lo que hay que hacer y que lo hace. La gente que cultiva sus sueños hasta que esos sueños se apoderan de su propia realidad”.
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También hay que despojarse de la cobardía y del miedo. No me refiero al temor de emprender un negocio complejo. La cobardía del empresario sale a la luz cuando reacciona de manera sumisa por miedo a perder algo que ha logrado o, lo que es peor, por miedo a no ganar mucho más de lo que ya ha ganado. La cobardía asoma cuando, aun sabiendo las necesidades justas de la organización o de sus miembros, hace oídos sordos, aduciendo que no se puede, que le atan las manos.
Hay mucha gente joven, talentosa, con enorme potencial y entusiasmo, que está anhelando ver ejemplos de integridad, de bien, de guía, de auténtico liderazgo. Eso esperan de nosotros. Y es nuestro deber responderles con acciones nobles, justas, correctas que contribuyan a mejorar la sociedad.

Profesor emérito del PAD, Escuela de Dirección de la Universidad de Piura.