Escribe: Carlos Casas Tragodara, profesor de la Universidad del Pacífico
Pasados los días de embanderamientos, de entusiasmos y de derroche de buenas noticias asociadas al APEC y, especialmente, a la presencia de representantes chinos en el país, existe un sentimiento positivo generalizado (impulsado de manera efectiva) de la presencia china en nuestro país. El aporte al crecimiento, mejora de la competitividad y la inversión son los temas que todos resaltan. Es notorio que la inauguración del nuevo puerto de Chancay ha tenido un impacto mediático importante. Pero debemos tener en cuenta que no es un regalo al país. Como cualquier inversionista se busca un retorno y poder identificar (es más que seguro que ya lo han hecho) complementariedades con otras áreas y aumentar el control del comercio marítimo en el Pacífico.
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Lo anterior no está mal. Es positivo que haya más inversión en el país, que aumente la infraestructura y que se generen más puestos de trabajo y, si es posible, se pueda transferir tecnología. Se sabe que todo el proceso de inversión que China viene realizando en todo el mundo y especialmente en África y América Latina es parte de una estrategia de largo plazo de asegurar la provisión de materias primas y asegurar mercados para sus productos. La iniciativa de la Franja y la Ruta impulsada ya desde hace una década busca desarrollar infraestructura en todo el mundo. Más allá de los objetivos políticos que estos proyectos implican y que todos los países hegemónicos han desarrollado a lo largo de la historia, debemos tener la “cabeza fría” y resolver varios retos que nos genera una mayor presencia china en nuestra economía. Y no son pocos.
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Por los medios de comunicación nos enteramos que las empresas y el Gobierno chinos invitan a actores públicos y privados a visitar su país con el fin de estrechar vínculos y mostrar los adelantos y las ventajas de aumentar las relaciones económicas entre nuestros dos países. El trabajo debe ser muy bien hecho porque todos vuelven hablando maravillas de lo que ven en China. Ello refleja el gran adelanto económico que se ha registrado en los últimos años debido a una liberalización particular de la economía que les ha permitido crecer de manera impresionante lo que la hace la segunda economía del mundo y que, si creemos que la competencia genera beneficios, está muy bien que lo hagan. Pero todo tiene sus pros y sus contras. Lo único que se ve hasta el momento son los pros que son muchos. Debemos centrarnos en analizar si existen algunos contras y cómo poder enfrentarlos.
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Tomemos algunos ejemplos, el primero de ellos es el de la propiedad de las empresas. El esquema chino es particular porque las empresas compiten entre ellas y algunas pertenecen a distintos grupos empresariales chinos (dentro del mismo Estado) o a gobiernos subnacionales chinos. También existen grupos privados. Esto hace que la propiedad esté dispersa. Pero todas las entidades mencionadas pertenecen en última instancia al Estado chino.
Mucha de la regulación de competencia busca evitar la concentración en los mercados. Los casos de las empresas eléctricas de distribución es un claro ejemplo que ha despertado ciertas alarmas. Habrá que estar atentos a lo que ocurra en otros sectores económicos. De la misma manera ha llamado la atención la discusión entre la empresa administradora del Puerto de Chancay y el Ositrán donde la primera se niega a ser supervisada aduciendo que es una inversión privada. Esta discusión será importante porque sentaría un mal precedente que nos llevaría a resucitar ideas pasadas como las de economías de enclave que tanto daño nos hicieron por lo que ocurrió y las formas cómo se solucionaron (Petroperú es el fruto de esa discusión).
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Por último, y más importante, existe un riesgo mayor que nos afecta a nivel macro. Cuando yo estudiaba en la universidad se decía que si Estados Unidos estornudaba al Perú le daba neumonía. Ahora, con China como nuestro mayor socio comercial y con cada vez más presencia en nuestra economía, el grado de dependencia puede llegar a aumentar fuertemente lo que nos afectará significativamente en caso de que la economía china tenga problemas.
Los ciclos económicos siempre están presentes y en una economía con una alta intervención estos son más frecuentes. Si China entrara en recesión nos golpearía muy duro. Hace pocos años vimos problemas con un fondo inmobiliario que el Gobierno chino tuvo que rescatar. Por otro lado, el paquete de estímulo anunciado no ha sido muy bien recibido por los mercados. Toda economía cuando madura empieza disminuir su tasa de crecimiento, eso nos dice la historia. Las tasas de crecimiento de la última década son la mitad de lo que fueron la década anterior. Como país responsable nos toca diversificar nuestros mercados e inversionistas extranjeros. Ahora con la situación interna debilitada los chinos están dispuestos a tomar mayores riesgos que otros países sobre todo si la mayoría de los recursos provienen del Estado. Lo que debemos evitar en el futuro es que China se golpee y a nosotros se nos quiebren todos los huesos. Es simplemente implementar el viejo adagio de que “no debemos poner todos los huevos en la misma canasta”.
Profesor de la Universidad del Pacífico.
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