Socio de Vinatea & Toyama
De los diversos problemas que aquejan a nuestro país, la baja productividad laboral es uno de los más relevantes. Con este indicador se mide la contribución de los trabajadores en el producto bruto interno (PBI) de una nación. Es uno de los índices más claros para determinar el nivel de desarrollo, competitividad y pobreza o riqueza de un país.
El aporte de los trabajadores y su valor agregado en la producción se obtiene de la división entre el PBI y la población económicamente activa (PEA) o entre el PBI y la cantidad de horas laboradas promedio de los trabajadores. Según la Organización Internacional del Trabajo, la productividad laboral peruana equivale a US$ 12.3 por hora y ocupamos la posición número 113 de un total de 185 países. Es una productividad bastante baja, muy por debajo de Ecuador, Paraguay y Colombia. Es la mitad de la productividad laboral de Uruguay o Costa Rica, el 40% de Chile y cinco veces menos que Australia o Puerto Rico.
Según el Ministerio de Trabajo (MTPE), los sectores de mayor productividad en el Perú son la minería, la manufactura y el transporte, mientras que los de menor productividad global son agricultura, servicios y restaurantes. En general, la productividad del sector formal es mayor que la del sector informal, aunque esta última viene creciendo, en consonancia con el aumento de la informalidad.
Elevar la productividad laboral en todos los sectores económicos debería ser un objetivo nacional. Sin mayor productividad laboral, la pobreza aumentará; la tendencia hacia una menor inversión en el Perú, no se detendrá. Seguiremos siendo un país con poco valor agregado en nuestras exportaciones, las remuneraciones e ingresos de los peruanos no mejorarán y el talento peruano seguirá exportándose para no quedarse aquí.
¿Qué hacer? Muchos retos corresponden al Gobierno. Primero, insistir en que necesitamos más meritocracia en la burocracia pública, un servicio civil profesional y competente. Solo con profesionales altamente calificados que integren los ministerios y dependencias públicas para formar equipos de alta competencia, comenzaremos a salir de las diversas crisis que vivimos.
Segundo, mejorar la educación a todo nivel. La formación técnica y profesional es clave, sin trabajadores competitivos no habrá valor agregado posible. Necesitamos también promover agresivamente la educación por impuestos, políticas a favor de la ciencia, tecnología e innovación, capacitación constante y sostenido acompañamiento a los jóvenes.
Y, tercero, debemos ser conscientes que el Perú compite con muchos países del mundo para atraer nuevas inversiones y empleo. Para ello, debemos ser atractivos como país, porque solo la inversión privada, adecuadamente regulada, genera el empleo sostenible que tanto necesitamos.
La confianza y “atractividad” del Perú requieren, urgentemente, hechos concretos, señor presidente, para salir con urgencia de la incertidumbre actual.