
Escribe: Pedro Pablo Kuczynski, expresidente de la República
Con inestabilidad política combinada con estabilidad económica, el Perú hoy se parece algo a la Italia de las décadas 1950, 1960 y 1970: progreso económico y al mismo tiempo gran inestabilidad política, que culminó con el asesinato en 1978 del expremier Aldo Moro, cuyo cadáver fue encontrado en la maletera de un automóvil. Aquí en el Perú hoy tenemos una economía estable, aunque no pujante, con muy baja inflación, relativamente poca deuda pública y reservas de divisas grandes y seguras.
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Tenemos un banco central profesional y competente. Esa estabilidad ha atraído inversiones exitosas en servicios, minería y puertos y, además, en algunas inversiones oportunistas, como por ejemplo la del comprador argentino de lo que era Telefónica y de una posición en la minera Volcan.

Entonces la pregunta es: ¿hemos llegado a un cambio y a una nueva era en la cual la inestabilidad política convive con el progreso económico? Lamentablemente, pensar en eso sería aceptar el desorden que vive el país.
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El símbolo de este supuesto cambio ha sido la transición mas o menos ordenada de Dina Boluarte a Jose Jerí, como presidente. Este último era casi desconocido hasta que fue elegido presidente del Congreso y luego sucedió a Boluarte. Con las huelgas y manifestaciones de los últimos días, ya los analistas están escribiendo su obituario político, aunque hasta ahora su inicio como presidente de la República ha sido ordenado y metódico. Solo el tiempo nos dirá si esta transición ha sido un éxito.
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El Perú entra a una época electoral, la cual generalmente coincide con mucha incertidumbre económica, en un momento en que los precios de nuestras exportaciones mineras, la fuente de nuestra estabilidad cambiaria, alcanzan niveles nunca vistos. El precio internacional del cobre está encima de US$5 por libra, un nivel extraordinario. La plata ha regresado en términos nominales al precio internacional que tenía en 1980, cuando hubo el gran escándalo de Minero Perú Comercial, (que apostó erróneamente por un precio mas bajo mientras la plata llegaba a un nivel récord para que luego se cayera todo y los errores quedaran al descubierto). Hasta el zinc, del cual el Perú es el mayor exportador en el mundo, que se estaba arrastrando durante varios años, ha empezado a subir. Y no hablemos del oro, que ha alcanzado más de US$4,000 por onza, un precio nunca visto, que es el resultado de la incertidumbre política y económica en el mundo.
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Entonces: ¿cómo contestamos la pregunta? ¿Realmente hemos entrado a una era en la cual la economía convive con la inestabilidad política? Es un fenómeno temporal. Tenemos que recordar que la inversión en el Perú está rezagada, tanto la pública como la privada. En el sector público hay muchos proyectos que se inician, pero nunca se terminan y en el privado sólo destacan unas pocas inversiones, tanto en agricultura de exportación y en minería, pero a un ritmo lento. Sin inversión no hay crecimiento.
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Aparte de la reinversión en minas existentes, tales como Antamina y los yacimientos de Southern Perú (incluyendo la construcción de Tía María) estamos yendo a un ritmo casi de tortuga. Además, la juventud está frustrada al ver un país que progresa poco: por eso se han ido del país en los últimos 3 o 4 años quizás casi un millón de jóvenes, muchos de ellos profesionales. Estamos exportando talento en vez de mercadería.
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El gran reto del nuevo gobierno es terminar con la criminalidad desenfrenada que pulula en nuestras ciudades. Algunos dicen que eso viene de la llegada de los venezolanos huyendo de su atribulado país. Eso no es cierto: la primera ola de inmigrantes llaneros fue sobre todo de profesionales y mandos medios. Lo que sí es cierto es que el crimen se ha internacionalizado en todo el mundo a raíz de las inmensas utilidades que genera la droga y otras actividades ilegales, entre ellas la minería ilegal del oro.
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Hoy hay el riesgo de que la falta de trabajo en el sector formal de la economía genere un resultado extremo en las elecciones congresales y de presidente que se vienen en solo 5 meses. Las frustraciones pueden generar victorias demagógicas de candidatos poco honestos y competentes, lo que sin duda generaría una situación inmanejable en el próximo gobierno.
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Entonces realmente no hay “cuerdas separadas”: lo que hay es una peligrosa incertidumbre, la cual está escondida por los inusuales precios que obtienen hoy nuestras exportaciones mineras. Pero sí hay una esperanza de mejoría si nos ponemos todos las pilas para promover la responsabilidad y honestidad en un futuro gobierno. Para llegar ahí, lo primero que necesitamos es que el actual gobierno de transición funcione bien y tenga éxito: sería un primer paso seguro para el futuro de nuestro país.