Escribe: Pedro Grados Smith, director de la Escuela de Posgrado de la Universidad de Lima.
Este es el título de un informe del Banco Mundial (BM) del 2023 sobre el Perú. Hace falta recordar que nuestro país fue uno de los casos más exitosos de la economía mundial durante los primeros quince años del presente siglo, debido a que logró crecer a una tasa anual de 5.3 % por encima del promedio mundial, lo que le permitió mejorar la gran mayoría de los indicadores sociales. La pobreza monetaria se redujo de 59% en el 2004 a 24% en el 2013. Aunque el decrecimiento de la pobreza se mantuvo hasta alcanzar aproximadamente un 20 % antes de la pandemia, este ritmo de disminución fue bastante menor.
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Algunos críticos del modelo económico implementado a principios de la última década del siglo XX consideran que los resultados comentados fueron producto del extraordinario ciclo en los precios de las materias primas –factor indudablemente importante–, aunque solo fuera una dinámica aprovechada responsablemente por países como Perú y Chile, y desaprovechada por naciones como Argentina, Venezuela y Bolivia.
Hoy, en mayo del 2024, debemos analizar lo sucedido y retomar con fuerza todo aquello que nos permitió crecer y mejorar las condiciones de vida de los peruanos, si se considera que no fue el modelo económico de estabilidad e integración al mundo lo que fracasó, sino que fue el Estado el que, en lugar de generar un efecto multiplicador de los resultados del modelo, lo obstaculizó. Esto, en conjunto con las críticas ideologizadas provenientes de la izquierda peruana partidaria de una mayor participación del Estado en la economía, ocasionó, entre otros resultados, la primera recesión económica del siglo XXI en el Perú, si excluimos la provocada por la pandemia.
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Es necesario trabajar en dos niveles. En lo macroeconómico, retomar la esencia del modelo económico que se basa en el mantenimiento de la estabilidad fiscal, la apertura económica y la promoción de la inversión privada a todo nivel y en todos los sectores. En lo microeconómico, permitir que los mercados funcionen libremente. En paralelo, es fundamental mejorar las políticas sociales en el corto plazo porque los efectos de la recuperación del crecimiento se presentarán más en el mediano y largo plazo. La pobreza no puede esperar y el Estado ha sido el gran responsable de su incremento a un nivel de 29% al cierre del 2023.
El BM propone, entre otras medidas, eliminar los obstáculos que impiden que las empresas crezcan, enfocar el crecimiento en sectores con potencial como la agricultura, fortalecer las políticas resilientes que reduzcan la pobreza y la vulnerabilidad y que brinden oportunidades a todos, y acelerar la acumulación de activos productivos que deben enfocarse en cerrar las brechas existentes en infraestructura. En un reporte de marzo de este año, el BID comenta la importancia del largo plazo en el crecimiento económico y la necesidad de compensar algunos efectos negativos que las políticas de apertura pueden generar en el corto plazo.
La tarea es de todos, más aún cuando nuestro país atraviesa una profunda crisis de institucionalidad en la que ni el Poder Ejecutivo, el Poder Legislativo y el Poder Judicial reciben la aprobación mayoritaria de la población por los graves errores que cometen. Manos a la obra.
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