Director General de Centrum PUCP
Celebramos un año más de aniversario de la independencia del Perú, y con ello nos detenemos a observar los sucesos de los últimos 12 meses y reflexionamos sobre la dirección de nuestro país. Como es habitual, el presidente del Perú nos presentó en su mensaje a la Nación un resumen de los resultados de su mandato en los últimos 365 días y el plan para los 365 que siguen. No obstante, la percepción de los logros podría ser una muy distinta a aquella del pueblo al que se dirige.
El último año fue caracterizado por la reactivación económica, aquella que mundialmente se ha visto impulsada por la era digital. La innovación y la competitividad se han visto notoriamente posicionadas como los buques insignia de esta era digital. Sin embargo, la innovación y la competitividad requieren del talento y la educación para que sean fomentados.
Sin educación que difunda y alimente el talento, la competitividad de nuestros potenciales profesionales quedará como carbón esperando ser transformado para convertirse en diamante. A ello, toca preguntarnos: ¿qué se ha hecho a nivel nación por la educación?
Mientras que en las economías desarrolladas se sigue experimentando con el sistema de clases híbrido, casi en transición hacia un sistema mayormente online, en nuestro país se optó por un modelo tradicional, en el que el retorno a clases quitó a muchos la oportunidad que la digitalización les había otorgado: el acceso a la educación cuando quisieran, dónde lo quisieran. Sin embargo, el problema de la educación no solo se ve afectado por su acceso, sino también por el aseguramiento de su calidad. Precisamente, la reciente ley atenta contra la reforma universitaria, la cual buscaba definir los estándares mínimos en educación que permitía a sus receptores obtener las herramientas para desempeñar una labor profesional y encontrar un trabajo. Sin educación de calidad, resulta difícil pensar cómo podemos enseñar a nuestros estudiantes a ser competitivos si el mismo sistema educativo no promueve su propia competitividad.
Por otro lado, al gobierno le queda responder por el progreso en la desigualdad social, un aspecto que jugó una pieza clave en la elección de este mandato. No obstante, poco progreso se ha visto en nuestra paz social, aquella que se ve desafiada cada que tenemos un cambio de ministro por un error en su designación o en los pocos o nulos criterios con los que se han elegido algunos de ellos. Tal parece que la cantidad de denuncias y de desaciertos parecen desbordar los aciertos. Sin embargo, como todo peruano, soñador como ningún otro, aguardamos con esperanza un cambio de rumbo por uno que apueste en la innovación, el desarrollo y la unión de nuestro país antes que por los intereses políticos.