Director de la carrera de Economía de la Universidad de Lima
¿Cómo construimos caminos que permitan integrar al Perú? ¿Cómo evitamos que los extremos logren incendiar la pradera? Es importante que desde la academia se construyan puentes que logren superar los abismos, que se puedan plantear temas de discusión que permitan contribuir con la integración del país, que favorezcan la consolidación de la nación peruana –entendida como grupos de personas con objetivos comunes–, y que, aceptando nuestras diferencias, consigamos llegar a consensos que generen que el país siga avanzando y, por lo tanto, mejorando los niveles de vida de ese más de 25% de la población que, según estadísticas oficiales, se encuentra por debajo de la línea de pobreza.
Hay tres temas –entre otros– en cuyo análisis se debe profundizar por qué se encuentran entre las principales razones de la crisis actual. En primer lugar, se trata de entender el problema de las brechas económicas y culturales. En segundo lugar, evitar la extrema ideologización de la política antes que la búsqueda de decisiones pragmáticas que permitan llegar a acuerdos y generar soluciones para superar los problemas actuales. Y, en tercer lugar, cómo lograr disminuir los altos niveles de informalidad de nuestra sociedad, que, de forma simplificada, generan dos países casi incomunicados.
Sobre las brechas económicas, si bien el país ha crecido durante los últimos treinta años y la mayoría de los indicadores sociales han mejorado, hay todavía un grueso sector de la población que no se siente partícipe de los beneficios del modelo económico implementado en el Perú con la Constitución de 1993. ¿Hay que cambiar la Constitución? No lo creo, pero hay que incluir en la discusión el fracaso del sector público peruano, el cual ha sido incapaz de conseguir que los mayores ingresos obtenidos por parte del Estado se transformen en mayores beneficios directos para la población, lo que está vinculado tanto a los altos niveles de corrupción como a la falta de una estructura meritocrática en el Estado peruano, que atraiga a los mejores profesionales del país. Por otro lado, las diferencias culturales entre un habitante de la sierra rural, de bajo nivel educativo y pobre, y un habitante de la llamada ‘Lima moderna’ son significativas.
En cuanto a los temas ideológicos, no es posible permitir que los extremos políticos acaparen la discusión e imposibiliten el llegar a acuerdos. Entre aquellos que no creen en el sector privado, en un extremo, y quienes consideran que el sector público casi debería desaparecer, en el otro extremo, no será posible llegar a consensos. Hay que educar y buscar consensos que permitan establecer políticas que posibiliten que el país siga creciendo y que este crecimiento sea percibido por el cien por ciento de los peruanos. La política es precisamente el arte de lo posible, y por lo tanto se requiere dialogar y plantear metas tan prácticas como la eliminación de la pobreza en el Perú dentro de la visión del primer objetivo de desarrollo sostenible –ODS– de las Naciones Unidas hacia el 2030.
En tercer lugar, simplificando el análisis, no es sostenible una situación en la que un 80% de la producción nacional proviene del sector formal, pero que este solo emplee al 20% de la población económicamente activa. Expresado de otra manera: un 80% de trabajadores no tiene acceso a todos los beneficios de la modernidad.
Trabajemos para cerrar brechas y generar una visión común de nación, y para la formalización del Perú; quizás solo entonces podremos afirmar que estamos avanzando hacia una mejor sociedad.
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