Premio Nobel de Economía 2008
La Segunda Guerra Mundial sucedió hace mucho tiempo, pero perdura en la memoria de Estados Unidos. Y el 79 aniversario del Día D (6 de junio) parece especialmente evocador este año, pues su equivalente moral, el esperado contraataque de Ucrania contra los invasores rusos, estaría por iniciarse (o ya se habría iniciado). Uso el término “equivalente moral” deliberadamente. Esa guerra fue una de las pocas en las que el bien combatió al mal.
Es cierto que los buenos no fueron de ningún modo plenamente buenos. A los estadounidenses todavía se les negaban derechos básicos y, ocasionalmente, eran masacrados por el color de su piel. Reino Unido aún dominaba, a veces brutalmente, un vasto imperio colonial. Si bien las grandes democracias, con demasiada frecuencia, no estuvieron a la altura de sus ideales, esos ideales eran los correctos; aunque de modo imperfecto, defendían la libertad contra las fuerzas de la tiranía, la supremacía racial y las matanzas masivas.
Si Ucrania vence en la actual guerra, algunos de sus aliados se sentirán desilusionados al descubrir su lado oscuro. Antes de la guerra, obtenía malos resultados en indicadores de corrupción percibida —mejores que Rusia, pero eso no es decir mucho—. Una victoria no hará desaparecer la corrupción. Asimismo, Ucrania tiene un movimiento de extrema derecha, incluidos grupos paramilitares que participan en la guerra.
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El país sufrió terriblemente bajo el régimen de Stalin; millones murieron en una hambruna deliberadamente maquinada. Como resultado, hubo ucranianos que inicialmente recibieron bien a los alemanes durante la Segunda Guerra Mundial (hasta que se dieron cuenta de que también ellos eran considerados subhumanos) y la iconografía nazi está perturbadoramente presente.
Pero al igual que los defectos de los aliados en la Segunda Guerra Mundial, estas sombras no crean equivalencia alguna entre los dos bandos de la actual guerra. Ucrania es una democracia imperfecta pero verdadera, esperanzada en sumarse a la comunidad democrática mundial. La Rusia de Vladimir Putin es maligna, y los amigos de la libertad tienen la esperanza de que sea derrotada.
Desearía poder decir que los ciudadanos de las democracias occidentales, en particular de Estados Unidos, están totalmente comprometidos con la victoria ucraniana y la derrota rusa. Aunque la mayoría de estadounidenses respalda la ayuda a Ucrania, solo una minoría está dispuesta a mantenerla todo el tiempo que sea necesario. Valga recordar que la opinión pública al respecto es notoriamente similar a la de 1941 (antes del ataque a Pearl Harbor) respecto de la ayuda militar a Reino Unido.
¿Y los que se oponen por completo? Algunos no ven la equivalencia moral con la Segunda Guerra Mundial. En la izquierda, sobre todo, hay personas para las que siempre es el 2003. Recuerdan que el país entró en una guerra con falsos pretextos y no entienden que esta vez es diferente. En la derecha, en cambio, muchos de los contrarios a ayudar a Ucrania —llamémoslos la “facción Tucker Carlson”— saben de qué trata esta guerra y están del lado de los malos.
El “sector Putin” del partido republicano lleva mucho tiempo admirando el régimen autoritario de Rusia y su intolerancia. Antes de la guerra, republicanos como el senador Ted Cruz contrastaban lo que percibían como la rudeza rusa con las “progresistas y emasculadas” Fuerzas Armadas estadounidenses; los reveses militares rusos amenazan la visión del mundo de esa gente, y se vería humillada con una victoria ucraniana.
El punto es que en estos momentos hay muchísimo en juego en Ucrania. Si la contraofensiva tiene éxito, se fortalecerán las fuerzas de la democracia en el mundo, especialmente en Estados Unidos. Si fracasa, no solo será desastroso para Ucrania sino para el mundo. La ayuda occidental a Ucrania podría agotarse, Putin lograría la victoria que la mayoría esperaba que obtuviese los primeros días de la guerra, y la democracia se debilitaría en todas partes.
¿Qué ocurrirá? Ni siquiera los expertos en temas militares lo saben, y yo no tengo pretensiones de serlo. Pero cabe precisar que funcionarios occidentales están sonando cada vez más positivos acerca de las chances de Ucrania. Y los asuntos militares no son como la ciencia económica, en la que, por ejemplo, la Reserva Federal trabaja con la misma información disponible para todos los que están habituados al sitio web de investigación económica de su oficina en San Luis (Misuri).
En cambio, los funcionarios de Defensa tienen acceso a información secreta y, dado que no quieren terminar quedando en ridículo, su optimismo probablemente no es bravuconería. No obstante, no es necesario ser experto militar para saber que es muy difícil atacar defensas fortificadas —que es lo que Ucrania deberá hacer—.
En la víspera del Día D, el general Dwight Eisenhower arengó a las fuerzas expedicionarias: “Los ojos del mundo os contemplan”. Hoy, los ojos del mundo están puestos sobre las Fuerzas Armadas ucranianas. Esperemos que tengan éxito.
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