Escribe: Enrique Castillo, periodista.
El aumento de las cifras de popularidad del alcalde de Lima, Rafael López Aliaga, tiene una explicación: es el único político con pretensiones de ser presidente de la República, y legalmente habilitado para postular a ese cargo, que tiene presencia activa y permanente en el escenario político, sea en Lima o en regiones, y que aprovecha todas las plataformas y oportunidades de comunicación que se le presentan, sea para informar, explicar, responder, debatir, atacar, elogiar o hasta ofender.
Es sin duda un personaje controvertido, que ha hecho precisamente de la controversia, la polémica, y la confrontación con sus detractores, críticos, o enemigos políticos, uno de sus principales recursos para mantenerse vigente. Y hasta el momento, y sin rivales a la vista, le está dando resultado.
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Uno puede estar de acuerdo o no con lo que dice y cómo lo dice, con lo que hace y cómo lo hace; se le puede apoyar o atacar por su gestión como alcalde de la capital o por las relaciones personales, políticas o de negocios que tiene; pero es indudable que está aprovechando, deliberadamente o no, ese vacío que, hasta el momento, la gran mayoría de políticos han generado durante todo este tiempo.
En diversas oportunidades hemos señalado aquí nuestra extrañeza por la ausencia de políticos o voces, opositoras o no, que podrían estar aprovechando una coyuntura como esta, que para cualquier líder con visión sería una gran ocasión para posicionarse o darse a conocer.
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Un gobierno débil y con una gran capacidad para cometer errores y quedar en evidencia, como en el caso de Qali Warma y el extitular del Midis que podría ser “premiado” con un puesto diplomático, o como el caso del Legado y su traspaso a un IPD que genera más dudas y sospechas que buenos augurios, es el “sparring” perfecto para cualquier político con atributos y aspiraciones a la presidencia, o para los postulantes al Senado y a la Cámara de Diputados.
Pero el “cálculo” político y el temor a ser demolidos con tanta anticipación puede más que la audacia y la seguridad en sí mismos. Casi todos quienes figuran en la última encuesta de intención de voto presidencial prefieren invernar en pleno verano para no “quemarse”.
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Quizás también le haya ayudado al alcalde de Lima a subir en la popularidad el giro que ha ido dando, mostrándose crítico con el Gobierno en ciertos temas, después de estar cerca de este y de ministros muy cuestionados. Gente muy cercana a él también ha asumido un papel opositor a la gestión de la presidenta Dina Boluarte y del ministro del Interior Juan José Santiváñez Antúnez, específicamente.
Es obvio que subir algunos puntos en la popularidad no significa ni garantiza nada en la carrera presidencial. Luis Castañeda Lossio fue un Alcalde con una de las más altas cifras de popularidad en la historia de la Alcaldía de Lima, y no pasó de una decena de puntos porcentuales en la elección presidencial. Pero ayuda o puede tener relevancia en otros temas, si la popularidad se mantiene o sube. También si baja.
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Muy fácilmente popularidad puede confundirse con intención de voto, o puede utilizarse para mostrar respaldo popular y fortaleza política. Esto puede resultar clave al momento de negociar alianzas, y cuotas o puestos en esas alianzas. De la misma, manera puede ser un factor que dificulte o elimine la posibilidad de una alianza.
¿Quién es más fuerte políticamente, quien tiene más popularidad o quién tiene mayor intención de voto?, ¿Quién debe encabezar una plancha presidencial, quién tiene mayor popularidad o quién tiene mayor intención de voto? Si el cierre de las alianzas fuese mañana, y aunque el alcalde ha dicho ahora que no se uniría con el fujimorismo, ¿Quién debería encabezar una alianza de derecha, Rafael López Aliaga o Keiko Fujimori?
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En nuestro escenario, muchas veces la popularidad va marcando la dirección que va tomando quien candidatea. Si atacar a X hace a un candidato más popular, muy probablemente se intensificará el ataque en esa dirección. Si plantear determinada iniciativa hace crecer la cifra de popularidad, lo más probable es que se insista con esta. Pero, en reiteradas ocasiones, el electorado aplaude previamente ciertas cosas por las que después no vota. Es decir, aplaude todo en campaña, pero después se pone serio o “tibio”, o prima un “anti”.
Rafael López Aliaga va a empezar a convertirse en el “punching ball” de otros aspirantes a la Presidencia, y empezará a ser visto de reojo y con recelo por los otros postulantes de la derecha. De hecho, Hernando de Soto ha empezado a confrontarlo en redes sociales. Quizás los demás aspirantes prefieran ser oposición al Alcalde que a la Presidenta.
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