
Escribe: Zenaida Calderón Anticona, especialista en Auditoría, Control Interno y Buenas Prácticas de Gobernanza
Hace ya varias semanas, ,en uno de los principales programas de noticias se presentó Fernando Zavala Lombardi, CEO del Grupo Intercorp, para hablar de la tragedia del colapso del techo en el patio de comidas en el centro comercial Real Plaza de Trujillo, que es parte del conglomerado que representa.
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Durante la entrevista, el funcionario afirmaba repetidamente: “Esto sucedió en nuestra casa en Real Plaza”, “esta tragedia nunca debió suceder”, “nosotros tenemos 30 años de trabajar en el Perú y nunca nos había pasado algo así”. Es decir, un libreto que pareciera más bien apostar por la empresa, que por la desgracia que ha significado el colapso.
Intercorp es uno de los principales grupos económicos del país, con presencia en sectores como el financiero, retail, salud, inmobiliario y educación, entre otros. Y su división Intercorp Retail se organiza en tres segmentos: supermercados, farmacias y centros comerciales.
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Lamentablemente ni la trayectoria comercial y crecimiento empresarial le han servido para garantizar la vida y seguridad de quienes visitaban el Real Plaza de Trujillo, algo similar al hackeo de sus sistemas que reveló su vulnerabilidad y exposición de datos de sus clientes ocurrido en octubre último.
¿Acaso era previsible que, al no cumplirse con las reglas exigentes para brindar la seguridad necesaria de infraestructura en este centro comercial, podría generar esta tragedia? Las respuestas podrían ser diversas, desde la perspectiva que quiera evaluarse. Lo que no es posible es justificar que: porque nunca nos pasó, jamás pasará.
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Entonces, si se hubiesen cumplido con todas las supervisiones y protocolos establecidos -como se han venido repitiendo- es lógico que quienes visitan todas sus instalaciones se sientan seguros, porque una corporación de esa magnitud implementa, como compromiso elemental, modelos de prevención y gestión de riesgos; y asegura su difusión, capacitación, evaluación y monitoreo permanente para evitar colapsos y desgracias.
Lo sucedido claramente revela que no se realizó un profundo mapeo de riesgos en la infraestructura, ni mucho menos reconocer posibles causas que podrían presentarse a futuro, como: mal diseño, mal proceso constructivo, malos materiales, falta de mantenimiento, deterioro por factores externos, problemas en inspecciones técnicas que se realizan de forma superficial sin analizar con profundidad la estructura y garantizar la vida útil de la misma.
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No solo se trata de implementar mecanismos de control, sino que estos funcionen y cumplan su rol de prevención, involucrando no solo a los ejecutivos, sino a todos los miembros de la corporación, y ello incluye a los proveedores que son los que garantizan los procesos constructivos y de supervisión. Rol que además merece la evaluación y mejora continua y adecuación según las características de la empresa.
Para evitar desgracias como la acontecida en la ciudad de Trujillo, pérdidas económicas, daños reputacionales y problemas legales, es fundamental actuar con responsabilidad y prevención. Nadie quiere verse envuelto en situaciones que afecten a su empresa, a sus trabajadores y a la comunidad. En un entorno comercial con alta afluencia de personas, la seguridad y el cumplimiento de normativas no son opcionales, sino esenciales. Confiarse en que “nunca pasará” es el mayor riesgo, porque lo que no ocurrió en 30 años puede suceder en 30 segundos, y las consecuencias pueden ser irreparables.