Experta en Reforma Normativa
Nos hemos acostumbrado a carecer de estándares o tener algunos muy precarios al momento de evaluar los problemas que merecen ser abordados por una norma y eso debe cambiar.
El 2025 ya empezó y con eso han iniciado muchos deseos o propósitos personales: alimentarse mejor, hacer ejercicio, leer más, y otros dependiendo de cada persona. En los temas regulatorios también tengo algunos deseos y quisiera que el Estado los acogiera como propósitos para este nuevo año, especialmente al tratarse de uno preelectoral, en donde seremos bombardeados con propuestas y ofrecimientos que bien podrían sonar mejores que los regalos de los Reyes Magos.
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El primer propósito de Año Nuevo es que se impulse con fuerza la mejora regulatoria que ha estado un poco adormitada desde hace algún tiempo. Recordemos que esta reforma tiene como objetivo que el Estado sea más reflexivo al momento de emitir una norma. Eso implica reconocer que existen escenarios en los cuales es mejor no emitir norma alguna, modificar alguna existente o, incluso, eliminar una (o varias) de nuestro sistema para que las cosas funcionen mejor. Nos hemos acostumbrado a carecer de estándares o tener algunos muy precarios al momento de evaluar los problemas que merecen ser abordados por una norma y eso debe cambiar.
Antes de que termine el 2024 se adoptaron dos medidas que pueden ser vistas como buenos indicios de que estamos retornando por la senda correcta. Por un lado, la Secretaría de Gestión Pública de la Presidencia del Consejo de Ministros publicó la propuesta de reglamento de la Ley de Mejora Regulatoria (Decreto Legislativo 1565) para recibir comentarios y, por otro lado, la Oficina de Calidad Legislativa del Congreso de la República aprobó el Índice de Calidad Legislativa y la Guía del Análisis Costo-Beneficio del Congreso con el objetivo de mejorar la producción legislativa.
El segundo propósito es hacer una limpieza. Terminó el 2024 con una abultada cantidad de normas que, siendo francos, no tenemos idea de cuántas siguen siendo relevantes o necesarias para lo que necesitamos como país. Por ello, insisto en que éste debe ser uno de los principales objetivos del Estado. Desregular y simplificar son dos palabras que deben acompañar la agenda del Perú en este nuevo año. Más no siempre es mejor y, en términos normativos, nunca es mejor.
El tercer propósito es que la sociedad civil organizada, los gremios y la academia se involucren más en estos temas. Si no cuestionamos, no evaluamos y no controlamos el proceso regulatorio de nuestras autoridades entonces nos convertimos en parte del problema. También somos responsables cuando exigimos y aplaudimos normas de una pobrísima calidad e incluso de corte populista cuando nos convienen. La factura la pagaremos después y todos. Seamos más conscientes y críticos, incrementemos nuestros estándares para medir a nuestras autoridades y dejemos de creer que la norma es el antídoto super poderoso que todo lo puede.
Iniciamos el 2025 con fuerza y con el reto de perseverar para mantener nuestros objetivos a lo largo del año. Mis mejores deseos también para cada uno de ustedes en sus retos personales.
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