Escribe: Enrique Castillo, periodista.
Si quienes están en el Gobierno, o cerca de este, tuvieran bien presente que el poder es efímero, y que no hay plazo que no se venza ni fecha que no se cumpla, harían las cosas de diferente manera, para su propio bien y para el nuestro. Si el trabajo de campo de la encuesta de aprobación presidencial se hubiera hecho el sábado y domingo pasado de APEC, quizás el primer ministro Gustavo Adrianzén tendría algo de razón, porque quizás, y solo quizás, los días de descanso, las visitas presidenciales, y el glamour de las ceremonias y transmisiones hubieran hecho olvidar en algo las cuestionables medidas previas al APEC, y quizás, solo quizás, hubieran ayudado a la presidenta Dina Boluarte a no seguir cayendo en las encuestas, o a subir uno que otro punto.
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Pero el siguiente trabajo de campo se realizará todavía dentro de algunas semanas, y para esa fecha ya nadie se acordará que Lima fue sede del APEC, y, más bien, estarán presentes temas más sensibles para la población, como el 3% de aprobación de la presidenta, el caso de los prófugos Nicanor Boluarte y Vladimir Cerrón (muy cercanos al Gobierno), la delincuencia y los casos como el de Sheyla Cóndor, la falta de agua en Piura, el bono de los congresistas, las protestas y paralizaciones, y otros temas que sí interesan y/o afectan directamente a la población, y que podrán llevar la aprobación presidencial a nivel nunca antes imaginados.
Esa confianza del primer ministro nos muestra cuan alejados están en el Gobierno de un buen análisis de la realidad, y cuan necesitados están de una buena estrategia política.
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La casi unánime desaprobación presidencial, así como la orden de detención preliminar y la fuga del hermano de la presidenta, colocan al Gobierno y a Dina Boluarte en una situación muy difícil. Y no solo por lo que esos dos hechos significan, nacional e internacionalmente, para un jefe de Estado o para un político cualquiera, sino, principalmente, por lo que significa para el presente del Gobierno y el futuro de los protagonistas.
Ya es redundante hablar sobre el aislamiento y la debilidad política y legal-judicial de la presidenta en particular y del Gobierno en general. Con esas cifras en las encuestas, y con la carga política-mediática que significa tener un hermano prófugo de la justicia, la capacidad de negociación de la presidenta y del Gobierno es casi nula, convirtiéndose en más rehén que nunca del Congreso, de las bancadas o políticos que los “soportan”, de los grupos de presión, y hasta de los miembros de su propio entorno.
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Esta situación coloca a la presidenta en un disparadero y en un problema. Ella necesita con urgencia tomar medidas importantes y bien diseñadas para superar esta grave crisis que ¿la agobia?
Debe reestructurar su gabinete ministerial, eso se cae de maduro. Pero, si quiere superar la crisis, necesitaría convocar a personas de prestigio, capacidad, independencia, y solvencia profesional y moral, con una hoja de ruta clara y bien diseñada, que estamos seguros no será del agrado de la presidenta. Además, lo más probable es que, con la situación de Boluarte y de su hermano, esas personas de prestigio no acepten integrar el gabinete.
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Y si quiere hacer un cambio para que nada cambie, y para seguir contando a su alrededor con gente incondicional de su propio entorno o cercana a los “socios” que todavía le quedan para que le cubran las espaldas y sean sus escuderos, entonces no habrá superado la crisis, y su situación seguirá siendo la misma o peor.
Por otro lado, no queda claro que anunciar un aumento de la remuneración mínima vital, como recurso populista y oportunista para subir en las encuestas, dé un buen resultado. Podría ser, políticamente, y para la mayoría, como el APEC, un relumbrón para un grupo y después a lo mismo.
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Otra línea es la de la relación con el Congreso y la situación de las bancadas “oficialistas”. La presidenta no es ningún peligro ni problema para el Congreso. Por el contrario, estas bancadas “oficialistas” necesitan y defienden a Dina Boluarte para terminar de completar la agenda legislativa que se ajuste a sus intereses. Pero el acelerado descrédito de la presidenta y su situación legal puede alterar el “cronograma” político previsto, así como las “alianzas” en el Parlamento.
Dentro de poco veremos a los “oficialistas” enfrentados en campaña para tratar de mostrarse más opositores al Gobierno que otros, y acusando a sus actuales “socios” como los más “oficialistas”. Algo así como “yo fui menos oficialistas que otros”.
Y finalmente un tema que Dina Boluarte debía tener en cuenta. Si siendo presidenta, el cargo no le ha servido de nada para que su hermano se salve de la cárcel o de la vergüenza, ¿Qué le puede esperar a ella sin poder apenas la suelten sus “socios” o cuando su plazo se venza y la fecha se cumpla.
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