Exministra de Trabajo y Promoción del Empleo
Además de los esfuerzos de vacunación para frenar la crisis sanitaria, el reto más grande del país –de cara a un nuevo gobierno– será, sin duda, recuperar el empleo, especialmente de los jóvenes (18 a 29 años). La cifra más optimista refiere que durante la pandemia se perdieron unos 2 millones de empleos en el sector privado y, además, el nivel de pobreza ha crecido cerca de 10%, llegando al 30.1% de la población. Remontar estas cifras es un reto muy grande y seguramente nos tomará unos 2 a 3 años volver a la situación prepandemia.
Los peruanos requerimos con urgencia recuperar los empleos perdidos y ofrecer alternativas a cerca de 6.2 millones de jóvenes entre 18 a 29 años, cuyo alto nivel de desempleo es un tremendo caldo de cultivo. Los bonos son un apoyo temporal, lo que requerimos son empleos sostenibles.
La problemática de los jóvenes es conocida: Primero, la tasa de desempleo juvenil es cuatro veces el desempleo adulto y se ha incrementado exponencialmente en la pandemia. La cifra de jóvenes “Ninis” (ni estudian ni trabajan) supera el 1.3 millones y se ha agravado con la ola migratoria. Segundo, sin incentivos adecuados, muy pocas empresas se animan a contratar jóvenes sin experiencia. Las modalidades formativas, salvo las prácticas preprofesionales, no son muy usadas por falta de incentivos reales. Tercero, la falta de habilidades blandas hace que “un cartón” no sea suficiente, falta generar habilidades de trabajo en equipo, comunicación, empatía e inteligencia emocional. Y cuarto, muchos jóvenes trabajan en algo distinto de lo que estudiaron o estudian carreras que no serán demandadas en el futuro.
En los últimos cinco años, luego de la famosa “Ley Pulpin” se presentaron una serie de iniciativas. Lamentablemente, todas fueron archivadas por falta de decisión de los grupos políticos. Lo dramático es que, conociendo la gravedad del problema, no haya un real esfuerzo por mejorar las condiciones de los jóvenes.
En la experiencia internacional hay alternativas. Una de ellas son los contratos de aprendizaje, como paso previo a un puesto formal: el Estado certifica a los jóvenes en un puesto real dentro de una empresa (“modelo dual”) y aplica subsidios para que el empleador tenga interés en capacitarlos y luego contratarlos en planillas. Esto se puede impulsar a gran escala en sectores líderes o con potencial de generación de empleo: Agroindustria, turismo, forestal, minería, sector acuícola, industrias culturales, entre otros. Lo que hay que cuidar es que haya realmente un aprendizaje y no se le saque la vuelta. Para eso está Sunafil. Otro esquema son las cuotas de empleo, a partir de subsidios a empleadores contratantes. Se reconoce que la falta de experiencia es una barrera infranqueable para el joven y que se requieren medidas de “discriminación positiva”, donde el Estado ayuda a los jóvenes en sus primeros empleos formales.
Es muy importante que el nuevo gobierno aborde esta problemática y presente soluciones urgentes para así darle esperanza a este segmento que hasta ahora no ha merecido la atención que se merece.