Myrko Salas
Director de Advisory en KPMG en Perú
En lo que va del año 2021 y luego de transcurrido más de un año desde el inicio de la pandemia, según proyecciones del FMI, se espera un crecimiento de 5.8% para la actividad económica global gracias a las medidas económicas de parte de los gobiernos y avance en el proceso de vacunación. A nivel local el MEF estima un crecimiento de 10% para el 2021, recuperándose de la contracción de 11.1% del año pasado.
Pese a estos indicadores alentadores en la recuperación de la economía peruana y mundial, la incertidumbre persiste y se ve reflejada en menores expectativas de inversión en diversos sectores económicos. Ello se debe a la actual situación política, lento avance en la vacunación, efectos negativos del aislamiento en los ingresos de los hogares, mayor informalidad laboral y mayores tasas de desempleo, que se traduce en una caída de 25% a abril de este año.
Estos profundos cambios en el ambiente económico global y local obligan a las empresas locales a evaluar sus perspectivas de continuidad, recuperación de ventas y márgenes operacionales, necesidades de financiamiento de capital de trabajo, retraso en inversiones de mantenimiento y expansión, todo ello para evitar un deterioro de sus activos financieros a largo plazo. Esto lleva a la evaluación de indicadores bajo la Norma Internacional de Contabilidad (NIC) 36.
Dicha evaluación, en un ambiente de alta incertidumbre, se puede llevar a cabo bajo dos enfoques distintos: el enfoque tradicional de Flujo de Caja Descontado (FCD) o Flujo de Caja Esperado (FCE). La principal diferencia es que en el FCD se utiliza un escenario de proyección de flujo de caja base y la tasa de descuento se ajusta por la incertidumbre sobre estos flujos del negocio; mientras que para el FCE se utilizan múltiples escenarios de flujo de caja ponderados por probabilidad y la tasa de descuento no se ajusta por la incertidumbre de estos flujos, siendo recomendable usar el FCE cuando existe mayor probabilidad de escenarios pesimistas versus escenarios con perspectivas optimistas.
Estos escenarios de alta volatilidad generan desafíos en la proyección de los flujos de caja de las operaciones de los negocios, tales como: tiempo hasta que las operaciones comerciales vuelvan a la normalidad, trayectorias esperadas de recuperación y probabilidad de ocurrencia, tasas de inflación de largo plazo y de crecimiento. Además, también se tiene que revisar el impacto en la tasa de descuento, sea por incremento en el costo del patrimonio debido a la mayor incertidumbre en el riesgo país por la actual coyuntura política y económica, necesidades adicionales de financiamiento de capital de trabajo, capex de mantenimiento y una menor predictibilidad de los flujos de caja proyectados, que sería en parte compensada por una reducción en las tasas libre de riesgo soberanas. Por el lado del costo de la deuda, esta podría sufrir variaciones por las condiciones crediticias del negocio, estructuras de apalancamiento, posibilidades de default, lo que podría incrementar la tasa de descuento del negocio.
En conclusión, esta nueva “normalidad”, donde tenemos negocios operando con altos niveles de incertidumbre, obliga a considerar si estos elevados niveles de volatilidad han sido adecuadamente reflejados en la evaluación de la NIC 36. Por ello es sumamente relevante el examen y adecuada documentación de los principales supuestos del negocio y escenarios de valuación considerados bajo FCE donde se incluyan las probabilidades de los distintos escenarios de operación del negocio y su respectivas sensibilizaciones, de manera de evaluar los posibles impactos en los estados financieros de las empresas.