
Escribe: Alberto Arispe, gerente general de Kallpa SAB
Hoy, el índice S&P 500, que agrupa las acciones de las 500 empresas más importantes de Estados Unidos, se encuentra en máximos históricos. El indicador ha subido 181 % desde abril del 2020, tras la crisis del COVID-19 de marzo de ese año. Desde entonces, ha registrado dos caídas significativas: i) una del 18 % en el 2022, por el aumento de la inflación en Estados Unidos hasta el 8 % anual, y ii) otra del 20 % entre marzo y abril del 2025, cuando la administración Trump amenazó con imponer aranceles muy altos a sus socios comerciales. En ambos casos, el mercado rebotó con fuerza.
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Pese al bull market, hay indicadores que debemos considerar al analizar el potencial de retorno. El riesgo ha subido en los últimos años y, por tanto, el rendimiento esperado debería ser más alto.

El oro se ubica en US$ 4 200 por onza y ha subido 120 % en los últimos dos años, superando al S&P 500, que creció 60 % en el mismo periodo. El mundo está vendiendo dólares de forma agresiva y comprando oro. En ese mismo lapso, el dólar ha caído 5 % frente al DXY, la canasta de las principales monedas.
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Los inversionistas compran oro porque temen que los problemas estructurales de Estados Unidos (alta deuda, elevado déficit fiscal, creciente inestabilidad política e implementación de políticas antimercado) empeoren. A ello se suman los factores coyunturales, como la posibilidad de un cierre del gobierno estadounidense, la presión sobre la FED para bajar las tasas, lo que podría derivar en inflación de corto y mediano plazo, entre otros.
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El VIX, indicador que mide la volatilidad implícita del mercado de acciones de Estados Unidos, se ubica en 19 puntos y viene subiendo poco a poco. En los meses de marzo y abril del 2020, en plena incertidumbre por el COVID-19, alcanzó un pico de 83 puntos; y llegó a 52 puntos en marzo de 2025, cuando Trump anunció mayores aranceles. Se dice que este indicador es el “medidor del miedo”. Un valor alto del VIX indica miedo y alta volatilidad esperada, mientras que un valor bajo sugiere complacencia y menor volatilidad.
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Asimismo, las valorizaciones se mantienen elevadas frente a los valores fundamentales. El ratio precio-utilidad del S&P 500 se ubica en 25x, un 39 % por encima del promedio histórico de 18x registrado en los últimos 25 años. Las empresas tecnológicas, lideradas por las siete magníficas (las de mayor liquidez y market cap), cotizan a un ratio precio-utilidad mediano de 33x. En otras palabras, el mercado está caro.
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Según la última encuesta a administradores de portafolio del Bank of America, el 60 % de los encuestados considera que el mercado de acciones está sobrevalorado, mientras que un 33 % ve una potencial burbuja en los precios de las acciones ligadas a la inteligencia artificial.
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Otros inversionistas muestran su nerviosismo a través del mercado de deuda. Los fondos líquidos de deuda privada han caído entre 15 % y 20 % en los últimos doce meses. Hace poco se registró un sell-off de corto plazo en los bancos regionales. En general, todos quieren adelantarse a un potencial bear market, pero pocos venden.
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Y es que, dada la abundante liquidez y el costo de oportunidad, el riesgo de vender y que el mercado siga al alza, también es alto. El FOMO (fear of missing out) crece. En el 2022 muchos economistas y analistas destacados pronosticaron una crisis sin precedentes. Razones no les faltaban: la inflación galopaba, la economía crecía menos, la FED no podía bajar tasas, las valorizaciones era altas y el riesgo de una recesión subió significativamente. Sin embargo, tras bajar 20% ese año, el S&P 500 rebotó con fuerza y desde el 2023 lleva acumulado un aumento de 81%. El que vendió en el 2022, temiendo una crisis tipo 2008-2009, dejó mucho sobre la mesa.
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Debemos recordar que las acciones son activos riesgosos, pues la renta que genera la acción, el dividendo, depende principalmente de las utilidades netas futuras de las empresas, y eso lo hace impredecible. Hay años buenos y malos. Cuando hay años muy malos (2000-2002, 2008-2009) el mercado puede caer 50%. Pero en la historia, los años buenos han superado largamente los malos y por ello, el S&P 500 ha rendido 11% promedio anual en los últimos 30 años.
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En general, siempre hay riesgo y debemos destacar que no es la primera vez que el dólar baja 10% y que el oro sube más que el S&P 500 en un mismo año. Ocurrió en el 2002 cuando el DXY cayó 13%, el S&P 500 retrocedió 23% y el oro subió 25%. En el 2020 también tuvimos un ejemplo similar el oro rindió 25%, por encima del S&P 500 de 16%, mientras que el DXY retrocedió 7%. En el primer caso, salíamos de una crisis, en el segundo entrábamos a una. Es cierto que la deuda americana y el déficit fiscal están en picos peligrosos y que la calificación de riesgo americana ha sido reducida por las tres calificadoras de riesgo más prestigiosas. ¿Vendrá una crisis sin precedentes en Estados Unidos que salpicará tremendamente al mundo? ¿O podrá la economía americana, con su alta productividad, su flexibilidad en el mercado laboral, y su capacidad de innovar y crecer, salir adelante?
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Cada uno tiene su posición, pero indudablemente el riesgo va al alza. Goldman Sachs estima que el oro podría llegar a US$ 5,000 la onza en el 2026. Tengamos eso en cuenta a la hora de tomar decisiones de inversión.