Micaela Rizo Patrón, general de Perú Sostenible
La diversidad cultural se manifiesta en cómo vemos el mundo y cómo nos movemos y actuamos en este. En el Perú, esta diversidad va de la mano con brechas en materia de educación, salud, etc. Y si bien uno de los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), planteados por las Naciones Unidas, prioriza la reducción de estas desigualdades, creo que es necesario hacer énfasis en el importante rol de la diversidad cultural en nuestro camino de desarrollo. La diversidad cultural es una condición, un medio y un fin del desarrollo: su reconocimiento abre el diálogo, el respeto y la comprensión mutua, que justamente son etapas esenciales para alcanzar el desarrollo sostenible. En ese sentido, ver al diálogo intercultural como un ejercicio valioso, constante, horizontal y participativo en diferentes niveles y contextos es relevante para romper barreras y diseñar sistemáticamente desde mejores servicios públicos hasta mejores productos en el mercado.
Dicho esto, el sector privado tiene el potencial de ser un agente de cambio clave para aportar genuinamente a promover la diversidad e inclusión, a través de su cultura organizacional y también con el diseño de productos y servicios conectados con las diferentes necesidades de una sociedad multicultural. Finalmente, esto se traduce en comprender la diversidad de usuarios internos (colaboradores) y externos (clientes) que tenemos como organización, y potencialmente a los que podríamos llegar. No entender las diferencias culturales de las personas puede reducir el éxito organizacional y hasta comercial, al dejar oportunidades sin aprovechar. Por ejemplo, desde el reempaquetado hasta nuevas líneas de productos. Abordar la diversidad como una oportunidad para la diversificación de productos y servicios puede ayudar a las empresas a construir procesos y marcas más robustas, que conectan con nuevos mercados y mejoran su fidelización.
Esto va muy alineado con la creciente tendencia de priorizar criterios ambientales, sociales y de gobernanza (ASG) en la estrategia de negocio. Vale resaltar que ya se evidencian mejores resultados de las empresas que incorporan estos cambios en sus modelos de negocio. Por ejemplo, bajo el enfoque de diseño de procesos organizacionales, de acuerdo con un estudio de McKinsey, organizaciones con un equipo de liderazgo más diverso tenían ingresos 25 % más altos que las empresas con líderes menos diversos.
En el complejo contexto que vivimos, donde vemos cómo se ha profundizado la ruptura del tejido social, y en ciertos espacios se sigue agudizando la polarización; reenfocarnos en la importancia de poner en valor nuestra diversidad cultural y el diálogo como herramienta para el desarrollo del país resulta esencial.
Por otro lado, buscando ser más pragmáticos, debemos integrar esta revalorización de la diversidad cultural. Debe ir más allá de lo instrumental, conectando con el desarrollo de productos y servicios de mercado, no solo para cerrar brechas, sino para descubrir nuevas oportunidades que están allí –como las diferencias a nuestro alrededor– y nos permitan construir un país más próspero, sostenible y orgulloso de su diversidad en la práctica.