Gerente general de Perú Sostenible
A puertas de cerrar el 2022, y ya más curtidos por el contexto de complejidad e incertidumbre, es importante reconocer los aprendizajes que las últimas crisis han traído para las empresas. Entre ellos destacan: tener un propósito claro que refuerza la resiliencia para no perder el norte; a reactivarse, valorando más la interconexión, al reconocer que las empresas son parte de un sistema más amplio; y entender el desarrollo con nuevas métricas de prosperidad que se ajusten a la nueva normalidad en la que operamos.
En este sentido, la Agenda 2030, compuesta por los 17 objetivos de desarrollo sostenible (ODS), constituye una herramienta útil para guiar a las empresas en el camino al desarrollo sostenible. Aún con muchas brechas locales por cerrar, tenemos menos de 10 años para lograr estos compromisos. Para acelerar la tarea es importante conectar los ODS con las dinámicas de los distintos sectores empresariales que mueven la economía del país: partir de sus principales retos y dolores, sus principales actores y lo que vienen impulsando, para identificar cómo podemos mejorar desde el diseño y la ejecución estratégicos.
Para aportar con esta ruta al 2030, desde Perú Sostenible profundizamos en el diagnóstico de brechas y oportunidades en 10 sectores empresariales, incluyendo minería, turismo, telecomunicaciones, energía, agroindustria, entre otros. De estos, hay varios esenciales para potenciar el desarrollo sostenible del país.
Por ejemplo, la agroindustria, por activar diferentes cadenas productivas y por ser uno de los principales generadores de empleo. También existen brechas importantes que puede atender el sector privado, vinculadas a la gestión eficiente del agua, o la baja inclusión del pequeño productor a la cadena de valor. A estos retos estructurales se suman factores coyunturales como la crisis de fertilizante o el aumento de precios de combustible que agravan en conjunto no solo la competitividad del sector, sino su capacidad para asegurar alimentos de manera oportuna y accesible en el largo plazo. De hecho, de acuerdo al último informe del Estado de Seguridad Alimentaria y Nutrición en el Mundo (SOFI, por sus siglas en inglés), aproximadamente el 50.5% de la población nacional vive en condiciones de inseguridad alimentaria moderada o severa.
Por otro lado, los retos en el sector energía, por ejemplo, giran alrededor de la dependencia de fuentes -la hidroeléctrica y la térmica a base de combustibles fósiles- que son vulnerables a los efectos o cambios que se vienen realizando en el marco de la acción climática. E incluso más allá de la generación, la distribución de redes de electricidad sigue siendo un problema en términos de alcance geográfico, urbano y rural, y de calidad de servicio. Según el INEI, si bien el 92.9% de la población nacional cuenta con acceso a energía eléctrica mediante red pública, solo el 79.1% de la población rural forma parte de este recuento.
Además, se estima que el 65% de los hogares sufren de dos a más interrupciones del servicio eléctrico mensualmente. Estas brechas y sus principales causas resultan relevantes no solo por el efecto multiplicador que la energía tiene en otros ejes, sino también en la sostenibilidad de las operaciones del sector o en las oportunidades que este pierde para su crecimiento.
Solucionar estos retos implica una visión sistémica que requiere de la participación de múltiples actores en la implementación crítica de acciones que conectan con la Agenda 2030. En este sentido, hemos desarrollado una matriz que resume los ODS prioritarios para 10 sectores. Por ejemplo, el sector agroindustrial conecta principalmente con el ‘’ODS #8: Trabajo decente y crecimiento económico’ y con el ‘ODS #15: Vida de ecosistemas terrestre’. Mientras que el sector energía, inevitablemente repercute en el ‘ODS #7: Energía asequible y no contaminante’.
Si bien los retos mencionados son la punta del iceberg, deben ser vistos como la oportunidad para transformar a los sectores en su mejor versión, activando el trabajo articulado en pro del bienestar común. Por ejemplo, en el caso del sector agrario, un lineamiento de acción para combatir la crisis alimentaria es promover espacios de articulación como la Comisión de Alto Nivel para la atención de la crisis de la seguridad alimentaria y la agricultura familiar, así como involucrar al privado y acelerar su accionar. O impulsar mucho más el uso de fertilizantes regenerativos que vienen siendo diseñados específicamente para maximizar la absorción de nutrientes y recuperar los suelos, de manera que se maximiza la producción, se minimiza la contaminación y se captura carbono a través del suelo. En línea con el ejemplo del sector energético, un primer paso para garantizar la diversificación, descentralización e incremento de la matriz eléctrica es desarrollar vías para eliminar gradualmente los activos de generación de combustibles fósiles sin comprometer la seguridad energética del país.
La incidencia que el trabajo sectorial puede tener en el avance de las metas de los 17 ODS es indudable. Una mirada desde las empresas, que reconocen que su organización es parte de un sistema mayor con retos interconectados, puede llevarnos a acciones más articuladas y de mayor impacto para el desarrollo sostenible de su clúster, y de forma más amplia para el crecimiento sostenible, productivo e inclusivo del país.