Micaela Rizo Patrón, Gerente general de Perú Sostenible
Al llegar a la primera mitad del año, nos enfrentamos a retos que no son novedad, pero que conllevan cada vez mayores riesgos. Según Statista, a marzo, los peruanos identificaban como principales problemas la corrupción, la falta de seguridad, la situación económica y la inestabilidad política. Sobre este último punto, recordemos que el Informe de Riesgos Globales 2023 del World Economic Forum, reveló que en el Perú el riesgo más preocupante es el colapso del Estado, que en nuestro caso puede definirse como ‘la ruptura del Estado de derecho o la erosión de las instituciones’.
Todos estos desafíos están relacionados con un eje transversal que puede representar tanto una crisis como una oportunidad, según cómo se aborde: la institucionalidad.
La institucionalidad estatal comprende el conjunto de organismos, estructuras, normas y prácticas que organizan y regulan el funcionamiento de un país. Una institucionalidad sólida y eficaz es fundamental para el desarrollo a largo plazo, ya que incide directamente en la calidad de las políticas públicas y en la claridad de las reglas para la relación entre ciudadanos y organizaciones. Su relevancia se hace aún más evidente cuando se consideran los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) y su papel habilitador en múltiples frentes de desarrollo.
En este contexto, conversamos con Lord John Alderdice, de la Cámara de Lores Británica, en el marco de la Mesas de Acción por los ODS, dada su experiencia en la mediación del cierre de décadas de violencia en Irlanda del Norte, trabajando de la mano de líderes como Nelson Mandela.
“Hay diecisiete ODS y el número 16: “paz, justicia, e instituciones sólidas”, siempre se deja fuera de las discusiones, cuando debería ser el primero. Ningún ODS se alcanzaría en un contexto de conflicto permanente”, fue uno de sus principales mensajes, dando en el clavo en cuanto a los sucesos de los últimos 5 años. En retrospectiva, pareciera que con el crecimiento de la economía peruana de casi 7% anual, a inicios del nuevo milenio, pasamos por alto la importancia de fortalecer las instituciones, sus sistemas, y las capacidades de las personas que se encargan de definir y supervisar las reglas del juego para todos.
No es de extrañar, entonces, que incluso la fortaleza macroeconómica que mantenemos, siga siendo incoherente con indicadores subnacionales de desarrollo: en Loreto, Ucayali y Madre de Dios casi 60% de la población no tiene servicios básicos; en cada región al menos 60% de las personas tiene un empleo informal; y en casi 3⁄4 del país, al menos la mitad de la población urbana vive en barrios marginales, asentamientos informales o viviendas inadecuadas.
En este panorama resulta clave entender, en palabras de Alderdice, que “(...) un problema fundamental son las relaciones conflictivas entre comunidades, que tienen diferencias profundas y dificultades históricas desatendidas”. Si las reglas del juego no son las mismas para todos y no existe una institucionalidad robusta para atender adecuadamente estas diferencias, se genera desconfianza, que sumada a la falta de capacidades para establecer diálogo, puede incrementar el conflicto.
En esa línea, los resultados del Barómetro de Confianza de Edelman del 2023, afirman que “la desconfianza en las instituciones sociales, provocada por la ansiedad económica, la desinformación y la falta de liderazgo, nos ha llevado a una profunda y peligrosa polarización”.
En este sentido, es crucial comenzar a construir una institucionalidad sólida y aplicarla en todos los niveles: partidos políticos, funcionarios públicos, líderes de la sociedad y empresariales. “Si uno no da el primer paso en hablar al otro, no se avanza. Estamos en un punto a nivel global en el que tenemos que desafiar las ideas preconcebidas” señalaba Lord Alderdice. Esto requiere un esfuerzo consciente y tomar en cuenta que nuestras prioridades individuales no siempre estarán al inicio de una lista común.
Entonces, ¿estamos frente a una crisis o una oportunidad?
Si trabajamos juntos y desafiamos las barreras, podemos construir un futuro más prometedor para todos los peruanos. La hora de actuar es ahora, y como ciudadanos debemos asumir un rol de liderazgo en ser parte de la solución.
Veamos la oportunidad en la crisis.