Escribe: Alejandro Deustua, internacionalista.
El mismo día en que la presidenta Dina Boluarte cumplía con el deber de informar al país sobre la situación de la República, en Venezuela se vulneraba la ley fundamental culminando un burdo fraude electoral. La presidenta cumplió con su deber con extensa e inorgánica minucia y carencia de orientación general.
En ese marco, la insistencia en puntualizar sin explicar, subestimó el reporte de las relaciones internacionales. En materia de inserción, por ejemplo, fue clamorosa la omisión de la problemática de la inversión extranjera y del comercio exterior, tan arraigado en el sector primario y dependiente del mercado chino. Más inquietante fue el desinformado anuncio de estudios sobre cambio de modelo en una reunión de Cepal mientras que el avance en la OCDE careció de toda explicación de reformas o convergencia normativa y la Comisión Mixta Peruano-China se envolvió en oscurantismo.
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Minimizada la política exterior en el frondoso índice temático, la presidenta tampoco dio cuenta de la problemática de la integración subregional (cuyo comercio intragrupos no supera su histórica precariedad) ni sobre qué y cómo se está mejorando la integración fronteriza tan limitada en protección y servicios y tan abundante en límites vulnerables en el altiplano, la Amazonía, la cordillera norteña y el mar.
En ese marco trivial, la presidenta no pudo ubicar al país en el convulsionado escenario contemporáneo tan peligrosamente fragmentado. Quizás por ello desatendió la erosión democrática en el mundo y en la región. Y mientras esa preocupación se descartaba, en Venezuela se avanzaba en otro fraude monumental.
Luego de que el dictador Maduro ilegitimara la candidatura de Maria Corina Machado, desconociera los esfuerzos del Grupo de Lima, de la OEA, de los acuerdos de Barbados sobre transparencia electoral y tirara por la borda la reducción de sanciones por Estados Unidos, era evidente que el tirano no dejaría el poder.
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Mientras que las representaciones diplomáticas de siete países latinoamericanos (incluido el Perú) han sido expulsadas de Caracas por haber denunciado el fraude (el Perú ha actuado con reciprocidad) y la OEA publicaba un informe sobre las gravísimas irregularidades del proceso, otros aguardan por un conteo transparente (Brasil, México, Estados Unidos, la Unión Europea) cuando el tirano ya ha recibido las “credenciales” de presidente electo.
Al respecto, si Maduro no reconsidera su posición sobre entrega de actas o nuevas elecciones, la reunión de la OEA que se lleva a cabo podría proceder a suspender la participación de Venezuela en ese organismo (art 21 de la Carta Democrática). Pero a ello se opondrá el bloque ALBA (que ya saludó la elección) y se abstendrán otros. Ello agrava la división e inestabilidad regional que podría estar adquiriendo una dimensión sistémica con el reconocimiento de Maduro por Rusia, China e Irán. Una nueva ola migratoria y las facilidades que el tirano preste a los antagonistas de Occidente cambiaría la dimensión geopolítica de la región en medio del descuidado triunfalismo de la presidenta Boluarte.
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