Economista, jefe de la FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura)
Ya lo decía el Banco Mundial hace unos años: cada dólar invertido en nutrición, en especial en las primeras etapas de la vida, podría generar beneficios económicos de entre 4 y 35 dólares, por lo que este tipo de inversión resulta ser una de las más efectivas de cara al desarrollo. Al mismo tiempo, cuando se invierte en mejorar la nutrición de la población, se contribuye notablemente al progreso de otros sectores también, gracias a los efectos secundarios positivos en los medios de subsistencia y la productividad de las personas.
A nivel mundial, las cifras actuales alcanzan aproximadamente los 800 millones de personas que pasan hambre y alrededor de 3,000 millones de personas no pueden permitirse una dieta saludable para protegerse contra la malnutrición (FAO, SOFA 2021), cifras que ahora se verán afectadas negativamente por el impacto de la inflación alimentaria y las consecuencias del conflicto en Ucrania. Por ello, es urgente tomar medidas decididas para invertir estas cifras. Pero, además, está demostrado que incorporar la nutrición y, más en general, los sistemas agroalimentarios como variable a la hora de decidir sobre las políticas de estímulos y desarrollo ayudaría a no solo a paliar el hambre en el mundo, sino también a resolver distintos problemas al mismo tiempo. En la crisis sanitaria que estamos afrontando a nivel mundial, por ejemplo, la promoción de dietas saludables para fortalecer nuestros sistemas inmunitarios resultaría especialmente apropiada.
Más en general, favorecer el consumo de dietas saludables produciría ingentes ahorros derivados de una disminución de los gastos por enfermedades relacionadas con la alimentación. Los últimos estudios de FAO apuntan, de hecho, a que si los hábitos actuales de consumo se mantienen, los costes sanitarios superarán los 1.3 billones de dólares al año para 2030 (FAO, SOFI 2020). Al contrario, se estima que el paso a dietas saludables daría lugar a una reducción de entre 1.2 billones y 1.3 billones de dólares, lo que representa una reducción media del 97% de los gastos sanitarios directos e indirectos relacionados con la dieta a nivel mundial, generando así ahorros importantes que podrían reasignarse a otras partidas y actividades económicas.
Como reportamos en el último informe publicado por FAO sobre “El estado de la seguridad alimentaria y la nutrición en el mundo” (FAO, SOFI 2021), medidas en línea con estas recomendaciones son el enriquecimiento y el bioenriquecimiento de alimentos básicos para suministrar micronutrientes a poblaciones enteras como han sido históricamente la yodación universal de la sal y el enriquecimiento de la harina de trigo o maíz con hierro y ácido fólico.
Un buen ejemplo es el Perú, donde el enriquecimiento del arroz con nueve vitaminas y minerales se ha incluido en el programa de alimentación escolar y en otros programas de protección social. El país aprobó la ley nacional de enriquecimiento del arroz en 2021, como opción rentable para aumentar la disponibilidad de alimentos nutritivos, al tiempo que se reduce su costo, ya que las carencias de micronutrientes y la anemia están generalizadas en la población de todos los grupos socioeconómicos.
Asimismo, se estima que una dieta saludable podría reducir en 1.7 billones de dólares los costes producido por las emisiones de gases invernadero por año hasta el 2030, suponiendo una reducción de entre el 41 y el 74%. Asimismo, inversiones en infraestructura en las cadenas de producción ayudarían a reducir las pérdidas y desperdicios de alimentos.
En suma, invertir en los sistemas agroalimentarios y la forma en la que nos alimentamos no solo sirve para luchar contra el hambre y la malnutrición, sino que es una manera eficiente de contribuir también al logro de otros Objetivos de Desarrollo Sostenible relacionados con la pobreza, como son la eficiencia energética y de los recursos, una mayor limpieza de las economías y de los ecosistemas acuáticos y terrestres.
Por todo ello, nuestra recomendación es que las dietas saludables y la nutrición se pongan al centro de la agenda política y se doten de paquetes de inversión suficientes.