Escribe: Ricardo Valcárcel, analista económico.
Últimamente se han vertido diversas opiniones sobre que estaríamos entrando a un periodo de recuperación económica en el Perú. Se argumenta que el Fenómeno del Niño será más leve de lo que se estimó meses atrás, aunque la producción de diversos alimentos aún podrían verse afectados.
Asimismo, se resalta que las cifras macroeconómicas del BCR son saludables, que las tasas de interés irán bajando durante el presente año y que la inflación está disminuyendo sustantivamente. Parte de lo último se debe a la disminución del consumo, ante el aumento de la pobreza y la emigración de cientos de miles de ciudadanos.
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Se resalta, hasta el cansancio, algunos proyectos en ejecución, como el Terminal Portuario de Chancay, la línea 2 del Metro de Lima, la expansión del aeropuerto Jorge Chávez, así como varias ampliaciones en minas como la de Toromocho. Siendo ello importante, no hay inversiones grandes en marcha como fue la de Quellaveco.
Igualmente, se destaca que el Perú será sede este año del Foro de Cooperación Asia Pacífico (APEC). Ojalá los participantes no encuentren al Perú con una calificación crediticia aún más desmejorada, dado que será muy difícil cumplir la meta de déficit fiscal. Cabe señalar que la cumbre de APEC coincide en noviembre con las elecciones en EE.UU.
También se recalca, que el crecimiento mundial en el 2024, liderado por EE.UU., se pronostica ligeramente mejor. Ello puede ser opacado por el debilitamiento económico de China, que está inmerso en un proceso deflacionario y con varios sectores muy complicados, especialmente el inmobiliario.
Un frente de desorden, que rebota a países pequeños como el Perú, es la guerra prolongada Rusia-Ucrania, y la posible extensión a todo Oriente Medio del conflicto Israel-Gaza, con serias dificultades en la cadena logística e incremento de costos en el Mar Rojo y el Golfo Pérsico. Hasta la sequía que se experimenta en la zona del Canal de Panamá, abunda a dichos problemas logísticos.
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Un tema importante y que podría generar gran volatilidad en los mercados es la permanente contienda, entre EE.UU. y China por la hegemonía mundial, que se da en diversos espacios y que puede hacer variar cualquier pronóstico, especialmente si Trump gana la presidencia de EE.UU.
En esta columna de Gestión, hace doce meses, se manifestó que el año 2023 sufriríamos una recesión, cuando las autoridades pronosticaban un crecimiento económico encima de 4%. Luego mes a mes fueron rebajando esa cifra hasta desembocar en la recesión de -0.5% del PBI, toda una desgracia.
Hoy el MEF vaticina que progresaremos un 3% este año, cifra que nos serviría de poco. El reciente cambio en dicha cartera, así como en el Ministerio de Energía y Minas, son un aliento promisorio a un Consejo de Ministros que está en la UCI. Lo importante es que trasmitan confianza con proyecciones creíbles. La engañifa lleva a que los agentes económicos tomen decisiones equivocadas, a la desilusión, y a la incertidumbre sobre el futuro.
Los motivos principales por lo que el Perú no puede progresar el 2024, y por ello sufriríamos otra recesión, siguen siendo los mismos que los del 2023. Lo más perjudicial para la economía es el muy bajo nivel de inversiones, especialmente en minería que es la que nutre nuestras exportaciones y la recaudación fiscal.
Ante ello, seguimos dando vueltas en un círculo vicioso decadente, pues la disminución de las inversiones provoca baja generación de empleo, aumento de la pobreza, incremento de la informalidad, menor consumo, baja rentabilidad de las empresas de todo tamaño y, por lo tanto, no hay incentivo para invertir.
Los inversionistas no son tontos para arriesgar su dinero, en medio de una crisis repugnante dentro de un Estado fracasado. No hay entidad pública, y muchas privadas, cuyos funcionarios no estén comprometidos en escándalos, faltas y delitos. Y como los entes judiciales son parte de ello, todo pasa lentamente o, simplemente no pasa nada.
Enero del año pasado, con la violencia desatada en el país, fue tan malo económicamente que, estadísticamente, enero y el primer trimestre del 2024 podrían mostrarse positivos. Ello no es indicador alguno de recuperación.
En todas las proyecciones de crecimiento económico se considera, implícitamente, que la violencia que padecimos el año pasado no resurgirá, y que si acontece no sería de una intensidad como para perjudicar en demasía la economía. La población está molesta y puede ser utilizada por fuerzas ilícitas con dinero, que prefieren el caos para favorecer sus intereses.
Las autoridades seguirán anunciando proyectos, bonos, impulsos, subsidios, aventando caramelos, o como Pocho Rospigliosi, quien anunciaba antes de ir a un comercial “ya vienen los goles de Cubillas”, para que la población siga esperanzada.
Mientras posiblemente esa esperanza no se concrete seguiremos pagando las consecuencias con la tuya y con la mía, con detrimento de la salud, la seguridad, la educación y la economía. ¿Suena pesimista o es realismo sin encubrimientos?
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