
Escribe: Paola del Carpio Ponce, coordinadora de investigación de REDES
Hace tres meses, llegó a mi vida mi segunda hija e inicié un periodo de licencia por maternidad que –ninguna madre me dejará mentir–- se siente dolorosamente corto. Soy, sin embargo, plenamente consciente del privilegio que resulta, en el contexto peruano, esta y muchas otras facilidades que mi vida laboral y familiar me otorgan para equilibrar la maternidad con mi camino profesional. Por ello y ante la pronta llegada del día de la mujer, quiero reflexionar sobre el dificultoso contexto en el cual millones de mujeres peruanas buscan este equilibrio.
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El mercado laboral peruano es complejo y altamente informal. Como muchos beneficios, las licencias de maternidad y paternidad recaen en una minoría: el mundo formal y asalariado. Esto implica que muchos beneficios laborales terminan solo en el papel para un gran número de peruanos pero también que, cuando se quieren mejorar o ampliar los beneficios normativamente, hay que hilar fino para que las distorsiones en el mercado laboral no terminen desincentivando aún más la contratación formal, dejando a más personas sin protección alguna.
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Y la desprotección, lamentablemente, afecta más a las mujeres. En promedio, las mujeres están más presentes en la informalidad, el subempleo y el autoempleo, lo que las mantiene en una posición más flexible para atender las necesidades de cuidado de sus hogares, pero también más vulnerable a perder el empleo o tenerlo en malas condiciones. Por cada 10 mujeres en edad de trabajar, seis conforman la fuerza laboral, mientras que la tasa de ocupación masculina supera el 80%. La tasa de informalidad de las trabajadoras mujeres en zonas urbanas es cinco puntos porcentuales mayor a la de los hombres. En cuanto al empleo adecuado, la brecha entre hombres y mujeres alcanza los 20 puntos porcentuales. Finalmente, incluso entre las mujeres con un empleo adecuado, su presencia en puestos de liderazgo sigue siendo limitada frente a sus pares masculinos.
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La maternidad es causa importante de estas diferencias y esto no es exclusivo del Perú. Claudia Goldin, que ganó el Premio Nobel de Economía en el 2023, ha mostrado que, aunque hombres y mujeres pueden iniciar sus carreras con salarios similares, la llegada del primer hijo marca un punto de inflexión. Con datos del 2018, Hugo Ñopo y Miguel Jaramillo mostraron que la brecha en la tasa de ocupación entre hombres y mujeres aumenta en 10 puntos porcentuales cuando hay un niño pequeño en casa y en cinco puntos más por cada hijo adicional. La brecha salarial, por su parte, pasa de 28% a 40% ante la llegada de un niño menor de 5 años en América Latina, según el BID.
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Entre los factores que exacerban estas diferencias están las normas sociales que dan a las mujeres mayor carga en el trabajo doméstico no remunerado. Así, cuando llega un niño al hogar y una de las partes debe “pagar el precio” por tener flexibilidad para atender sus necesidades, este precio lo asumen normalmente las mujeres. Además, los servicios de cuidado son inaccesibles para muchos. Por otro lado, los mercados laborales en general valoran más el trabajo inflexible y de largas horas, haciendo elevado este precio por flexibilidad.
¿Qué podría funcionar? Para atacar los problemas de raíz, debemos pensar en alternativas desde el lado público y privado. Aquí algunas posibilidades:
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- Facilitar la corresponsabilidad en el hogar. El cambio cultural puede comenzar desde la educación. Sin embargo, las licencias de paternidad tienen también un rol para que esta corresponsabilidad sea factible y que haya un menor desincentivo a contratar mujeres frente a hombres.
- Acceso a servicios de cuidado. Desde el sector público, contamos con el programa Cuna Más pero lamentablemente tiene un alcance muy limitado. Si queremos cambios, esto es algo a priorizar. Desde el lado privado, pueden buscarse convenios para facilitar el acceso a cuidado por parte tanto de madres como de padres.
- Más flexibilidad, donde sea posible. No todos los trabajos funcionan de la misma manera. En algunos, será más sencillo brindar flexibilidad tanto a madres como a padres o facilitar el teletrabajo. El mundo virtual abre puertas para todos, también para capacitar a mujeres que llevan tiempo en casa por labores de cuidado y necesitan nuevas competencias para reinsertarse en el mundo laboral.
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Para cerrar, no quiero dejar la idea de que los hijos son un freno para nuestro desarrollo. Por el contrario, para quienes elegimos este caótico y hermoso camino de la maternidad, ellos son el motor que nos impulsa a ser mejores todos los días. Sin embargo, nuestra cultura y mercado laboral están configurados de forma tal que uno de los momentos más importantes de nuestras vidas obliga a muchas a frenar en seco y a muchos a perderse momentos clave del crecimiento de sus hijos. ¿Se toman decisiones realmente libres en un contexto así? Difícilmente.

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