Reaño & Linares Asesores Financieros
Estamos en recesión. El Gobierno lo confirmó cuando ya todos los empresarios lo sabían y las familias hacía rato que lo sentían. Ahora ya no se discute si la economía está parada o no. La discusión se centra en cuánto tiempo tomará salir de esta situación. Que es muy mala, por cierto: no hay inversión, aumenta el desempleo y la demanda se contrae. Todos podemos hacer algo para salir lo antes posible de la recesión, pero quienes más pueden hacer son el Banco Central y los responsables de la política fiscal. Y sobre los últimos, esperemos que haya cambios importantes y pronto.
¿Y cuál es el impacto de la recesión en el valor de las empresas? ¿De qué manera afecta esta situación a las condiciones en las que se puede vender una empresa? Una primera respuesta podría conducirnos a pensar que en una recesión el valor de las empresas se derrumba. A esta idea nos puede llevar ver los resultados del negocio de este año tan especial: menores ventas, menor utilidad y exceso de inventario en los almacenes.
Pero no es así. Y no lo es por una razón meramente técnica. Para determinar el valor de una empresa en marcha, hay que proyectar su futuro. El potencial de este futuro por supuesto que va a estar determinado por la base de la cual se parte. Si el año en el que se inician las proyecciones es especialmente malo –o especialmente bueno–, estaríamos castigando –o premiando– el valor resultante por el efecto de una circunstancia eventual que no se va a repetir en el tiempo previsible ni se va a mantener en el tiempo.
¿Por qué una recesión no debería afectar al valor de una empresa? Porque para determinar el valor, el analista debe “normalizar” el año inicial de la proyección. En la época que vivimos, no normalizar el año 2023 implicaría asumir que el bajo desempeño de este año se debe a problemas en la gestión o modelo del negocio y no a la verdadera causa: un evento coyuntural y pasajero llamado recesión.
A tener cuidado entonces. Este sigue siendo un buen momento para vender las empresas. Hay mucha liquidez en el mercado y compradores que saben que lo único que siempre es cierto de una recesión es que tiene un principio y un final.