María Julia Sáenz, socia líder de Tax & Legal de KPMG y co-chair de WCD en Perú
La tremenda discusión pública que estamos viviendo a raíz del popular ChatGPT y el uso de modelos de lenguaje a gran escala (LLM) utilizados en algoritmos capaces de aprender comprender, anticipar y generar lenguaje natural, levanta interrogantes en el mundo fiscal también.
Dicen los entendidos que sólo estamos experimentando una incipiente capacidad en esta transformación. Que el poder de la IA hoy es como una ameba (en términos evolutivos). No se puede predecir su tremendo poder e impactos transformadores. Geoffrey Hinton (el abuelo de la IA) le ha llamado incluso “una amenaza existencial”.
Hasta ahora, lo más difundido y primitivo de la IA ha sido usado en redes sociales, fundamentalmente para atraer la Atención y mantener conectado al usuario, el mayor tiempo posible. Los algoritmos descubrieron que tal atención se multiplicaba con contenidos usualmente negativos o incluso violentos, en que, en el extremo, lamentablemente han conducido a la polarización que vivimos hoy. Si este es el poder que puede generar una “ameba”, es por lo menos preocupante lo que un tiranosaurio rex podría causar.
Hoy el objetivo y la capacidad de la IA es lograr Intimidad con el usuario, llegando a conocerlo más de lo que el mismo se conoce así mismo, a través de internalizar su conocimiento en preferencias, similitudes, amistades, dolencias, creencias, etc.
La capacidad de procesar y encontrar sentido de la data que maneja la IA son claramente herramientas muy atractivas y hasta necesarias para las administraciones fiscales del mundo. Bien es sabido que la confianza en el contribuyente está muy conectada con la transparencia y ésta empieza a tomar forma a través de los recientes avances en reportería que acompañan las iniciativas de BEPS 2.0 y los reportes de país por país (CbC) que en Europa han encontrado su mayor avance.
Esto plantea una pregunta interesante ¿El uso de la IA liberará tiempo a la administración tributaria para permitir discusiones más profundas sobre la estrategia y el perfil tributario de los contribuyentes, o hará lo contrario y dará como resultado que se confíe sólo en el análisis realizado virtualmente en datos disponibles públicamente?
Las administraciones fiscales sin duda están siendo transformadas por la tecnología. Se volverán expertas en evaluar por riesgos y capacidades contributivas a los contribuyentes, sustentadas en la propia información proveída por ellos en sus declaraciones juradas (que serán muy pronto automáticas), los reportes de país por país, y la información pública de comparables. Van a usar la analítica para enfocar su atención en aspectos concretos y problemas potenciales de la industria o actividad específica de un contribuyente concreto. Se acabarán las auditorías transaccionales interminables y llenas de papel. Estas capacidades reales van a incrementar el poder de aumentar el cumplimiento y generar mayor recaudación. Una buena regulación que ayude a equilibrar las facultades públicas, con los derechos de los administrados, será la siguiente reforma que esperamos, para procurar una recaudación justa y suficiente.
En este entorno, las áreas fiscales de las empresas necesitan ser igual de buenas en la gestión y el análisis de datos que la administración tributaria. En esta similar capacidad de sistemas y análisis (financiero y tributario), será crítico que los departamentos fiscales sean capaces de anticipar posibles problemas, documentar posiciones tributarias y adelantarse a las posibles preguntas de la administración.