Country Manager de Global66 Perú
Pese a que en los últimos años hemos visto una progresiva mejoría en los temas de equidad de género, aún quedan algunas secuelas en diferentes rubros, uno de ellos es el sector financiero. Como alguien que trabaja en esta industria, y aún ve algunos espacios muy masculinos, me he dado cuenta que no sólo es un tema en el ámbito profesional, sino que también en aspectos básicos del desarrollo personal.
Cosas tan básicas como lograr la libertad financiera o acceder a productos y servicios de este sector, que de por sí sigue siendo muy complejo para latinoamericanos, lo es aún más para las mujeres de esta región.
Hoy, solo una de cada 10 mujeres en el Perú está incluida en el sistema financiero. Para tener una idea, de acuerdo a un reporte elaborado por Credicorp, solo el 12% de las mujeres peruanas alcanza el nivel ‘logrado’ de inclusión financiera, en contraste con los hombres que es de 19%. En la región, el panorama no es muy diferente: en los siete países analizados en el estudio (Colombia, Chile, Perú, Panamá, Bolivia, Ecuador y México) el índice solo llega al 38.3%.
En los últimos treinta años, los resultados de este sector han incrementado a nivel internacional, impactando así el PBI, la rentabilidad de sus actividades, su tasa de crecimiento y, sobre todo, la apertura a nuevas alternativas para todo tipo de persona. Pero, ¿qué pasa con la inclusión financiera en el género femenino? ¿Hemos avanzado?
Y es que la inclusión financiera no se logra con actividades o campañas de una sola vez, se logra con acciones prolongadas en el tiempo, que permitan alcanzar objetivos macro como lo son el empoderamiento económico, la educación financiera y la sostenibilidad. Por eso los actores de este sector debemos procurar que la participación de las mujeres en el ecosistema no sea pasiva, sino que sea activa y en todos los niveles: como usuarias, creadoras, fundadoras o referentes de industria.
Según McKinsey Global Institute, más allá del impacto social, una mayor inserción de la mujer en el sector financiero, llevaría a generar un impacto económico de US$ 28 trillones al PBI global para el 2025. No solo nos acerca al propósito de una sociedad más incluyente y equitativa, sino que además tiene incidencia directa en la activación de la economía del país.
Pero, para comenzar con el cambio se necesita avanzar en la creación de herramientas eficaces y abiertas para todo tipo de público, herramientas globales que rompan fronteras, mejoren las condiciones de inclusión, pues la libertad financiera debe ser un derecho. En todo este proceso, las fintech han entendido, creando estas alternativas digitales, con productos de fácil acceso. Además, poco a poco queda en evidencia que el rol de la mujer en esta industria es determinante, aún más en cargos de alto nivel. Estamos hablando que son mujeres quienes lideran.
Tan solo en el Perú, en el 2018, el 45% de las fintech tenían una mujer en el equipo fundador; y, al 2021 se registró la participación de mujeres en el 52%; esto traduce que el talento femenino en los últimos años ha resaltado por su capacidad de proponer trabajos incluyentes, facilitando las operaciones corporativas y generando mayor impacto a nivel global.
La industria de servicios financieros debería ser un impulsor de la equidad, no un obstructor. Por sí solo, está claro que no cerrará esta brecha en un 100%, pero, con un acceso equitativo a la gama completa de servicios basados en necesidades como el ahorro, crédito, pagos, remesas, las mujeres tendrán una oportunidad de empoderamiento social y económico. Es hora de generar el cambio.