Escribe: Javier Postigo, CEO de Mall Aventura, Perú.
Es curioso (por no decir contradictorio) ver cuando una autoridad o institución gubernamental obstruye el proceso constructivo o de inauguración de un nuevo mall, lugares que cumplen un papel vital como espacios de recreación y convivencia en nuestras comunidades. Más allá de ser lugares de compra y venta formal, los centros comerciales son verdaderos centros neurálgicos que fomentan la interacción social, la diversión y el esparcimiento para personas de todas las edades y estilos de vida.
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Durante los últimos 20 años, los centros comerciales proliferaron en el Perú y no solo en la capital. Hoy la gran mayoría de regiones cuenta con grandes centros comerciales que acercan la modernidad a las familias peruanas. Se han transformado en el corazón de las ciudades, en centros urbanos, pues durante décadas la falta de atención de los Gobiernos hacia el interior del Perú ha hecho que estas imponentes construcciones sean las más modernas, seguras y atractivas en cada rincón del país.
Los centros comerciales están más vivos que nunca, y es que las grandes novedades y tendencias mundiales llegan a las ciudades a través de los malls. Llega la nueva camiseta de tu equipo favorito, el nuevo juguete para los niños, la última película, el simulador de realidad virtual, el nuevo modelo de auto, llega el show o el artista del momento. Los centros comerciales son el lugar donde las personas también hacen deportes, se sientan en un café o en un coworking para trabajar, aprenden a bailar, a cocinar, se divierten y pasan momentos en familia, en pareja o simplemente en solitario.
La pandemia aceleró el crecimiento del comercio electrónico y, cuando se pensaba que los espacios físicos ya no serían valorados, las personas regresaron con más fuerza a los malls, a sus tiendas y espacios de recreación por todo lo que en ellos encuentran. Sus espacios se reinventaron para recibir a las personas con más entretenimiento y nuevos conceptos.
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Y no es que Perú sea un caso atípico. En Colombia, por ejemplo, los centros comerciales se han convertido en auténticas ciudades dentro de la ciudad, ofreciendo desde parques de diversiones hasta pistas de patinaje sobre hielo, creando así experiencias inolvidables para sus visitantes. En Chile, los centros comerciales no solo albergan tiendas y restaurantes, sino que también son escenarios de eventos culturales, exposiciones artísticas y conciertos que enriquecen la vida cultural de la comunidad.
Por todo lo expuesto, son muchos los cuestionamientos que surgen ante algunas decisiones de nuestras autoridades, y –la mayoría– sin una respuesta clara y poco entendible: por qué entorpecer la construcción de estos malls que generan miles de empleos beneficiando a más de 180,000 familias, generando formalidad, millones de soles en arbitrios, impuestos prediales, IGV y miles de oportunidades para los pequeños empresarios de este país. Cómo es que aún podemos tener autoridades que obstaculizan estas inversiones en un país donde su infraestructura presenta importantes brechas.
Necesitamos menos obstáculos y más centros urbanos en el Perú, que llevan todo lo que las personas requieren para su vida cotidiana. Pero la inauguración de nuevos malls está condicionada a la construcción de nueva infraestructura en las ciudades, principalmente viales, rubro en el que presentamos –lamentablemente– serios retrasos y donde hay mucho por trabajar.
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Tenemos una brecha importante para crecer versus otras ciudades de América Latina. Por ejemplo, a pesar de tener uno de los índices de penetración de malls más bajos de la región por cada millón de habitantes, la accesibilidad vial de grandes ciudades, como Lima o Arequipa, ha llegado a un punto de inflexión que debe ser atendido con gran prioridad. Obras como las líneas pendientes del metro en la capital y los nuevos ejes viales que aliviarían y agilizarían el transporte urbano deben ser ejecutadas para crear condiciones para la inversión privada y la aparición de nuevos centros urbanos en la ciudad, los espacios públicos que tanto necesitan las personas.
Está en manos de nuestras autoridades destrabar estas obras que llevan años en agenda, y que aún no tienen un futuro claro. Su desarrollo es trascendental para el desarrollo de nuevas zonas comerciales formales, acción que redundará en el crecimiento social y económico de nuestras poblaciones. El país y los peruanos lo merecen.
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