
Escribe: Jaime Dupuy, director ejecutivo de ComexPerú
Machu Picchu tiene relevancia mundial y es el principal imán turístico del Perú, pero su sistema de venta de entradas opera con una lógica propia del siglo pasado: reservar diariamente 1,000 boletos para su venta presencial en Machu Picchu Pueblo. ¿El resultado? Colas desde la madrugada, turistas obligados a pernoctar para “asegurar” su ingreso, reventa informal y una experiencia muy lejos de la que un ícono de esta magnitud debería ofrecer.
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En tiempos en los que la tecnología permite trazabilidad, transparencia y planeamiento eficiente, mantener este sistema presencial es un sinsentido. El 100% de las entradas debería venderse de forma digital, para asegurar que cada boleto sea registrado, pagado y confirmado en tiempo real, con control sobre aforos y menos espacio para la informalidad. Esto no solo beneficia al visitante –nacional o extranjero–, que puede planificar su viaje con certeza, sino también al propio Estado, que tendría mayor rendición de cuentas sobre la recaudación.

¿Y a dónde van esos ingresos? El 90% al Ministerio de Cultura y el 10% a la Municipalidad Distrital de Machu Picchu. Lo que se necesita es que estos recursos se distribuyan con un mecanismo claro que garantice su reinversión de forma estratégica en infraestructura turística, seguridad, conservación y servicios básicos de calidad para los visitantes.
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Aquí es donde el ejemplo de la aviación comercial podría servir de inspiración: así como parte del precio de un boleto aéreo se destina al fondo de promoción del turismo (PromPerú), podríamos establecer que un porcentaje de la venta de entradas a Machu Picchu –gestionada digitalmente– vaya a un fondo para la mejora del santuario y el desarrollo del pueblo. Administrado por una instancia público-privada, este fondo permitiría financiar, de manera sostenida, desde proyectos de restauración y manejo de visitantes hasta mejoras en señalización, limpieza, seguridad y oferta cultural en Machu Picchu Pueblo.
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El objetivo no es solo que más turistas lleguen, sino que quieran quedarse más tiempo. Para ello, se debe potenciar la oferta gastronómica, cultural y de naturaleza en el pueblo, sin forzar la pernocta por un boleto, sino motivándola por la calidad de la experiencia. Museos de sitio, centros de interpretación, senderos seguros, actividades nocturnas y una agenda cultural permanente pueden convertirlo en un destino complementario y no solo en una estación de paso.
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Machu Picchu no puede gestionarse pensando en el beneficio de unos cuantos ni orientado solo a la urgencia del día. Requiere una estrategia de largo plazo que combine tecnología, conservación y desarrollo local. La venta 100% digital de entradas no es un capricho: es una medida urgente para cuidar nuestra joya. Machu Picchu merece un sistema de entradas a la altura de su grandeza.