Las proyecciones económicas para la economía peruana tienen un sesgo negativo: la inflación al alza y el crecimiento económico a la baja.
La invasión rusa a Ucrania. Los precios del petróleo y el gas han tocado máximos en más de una década, así como el trigo y el maíz. En un mundo con elevada liquidez y con tasas de inflación al alza, ello puede dinamizar las expectativas inflacionarias. Es decir, no solo se trataría de un choque de oferta, que -de por sí- es inflacionario y recesivo, sino que podría requerir políticas monetarias más duras. No similares a las de los años 70 en magnitud, pero cualitativamente parecidas. No en vano en esa década se acuñó la palabra estanflación (del inglés stagflation), que significa estancamiento económico con inflación.
La política monetaria del FED. Dependiendo de la evolución de las tasas de inflación y las expectativas de la misma, el retiro del estímulo monetario puede ser más acelerado tanto en tasas de interés como en la reducción de los agregados monetarios.
Elecciones en Estados Unidos. El presidente Biden viene perdiendo aprobación y desde mediados del año pasado, la desaprobación es mayor que la aprobación. Una victoria republicana en la Cámara de Representantes puede afectar la agenda de políticas de Biden y hasta llevar a un clima político interno muy conflictivo, con el expresidente Trump a la cabeza de la oposición.
China. Las autoridades económicas de ese país se han puesto una meta de crecimiento económico de 5.5% para 2022, la tasa más baja en 30 años. Aun así, no está garantizada, por lo que se espera una política macroeconómica algo más activa.
Debilitamiento del Estado. Con poco más de 7 meses en el poder, la actual administración viene ocasionando pérdidas severas en la calidad del servicio público. No solo se ha observado una elevada frecuencia de cambios ministeriales a niveles sin parangón en las últimas décadas, sino que se vienen observando salidas de cuadros técnicos que se han ido reclutando en varios gobiernos. La pérdida de capital humano será difícil de recomponer y las políticas públicas serán las primeras víctimas de tanto despropósito. En los ministerios sociales se afectarán las familias que reciben esos servicios, mientras que en los ministerios productivos se afectará la inversión privada y en general la marcha de los negocios.
Mención aparte merece el Ministerio de Trabajo y Promoción del Empleo, que está haciendo todo lo posible para que su nombre mismo resulte engañoso. Hasta ahora todas las medidas apuntan a encarecer la demanda de trabajo formal, en un país donde este solo representa el 18% del empleo privado urbano nacional. En este ámbito, los trabajadores independientes son cerca del 43%, los trabajadores dependientes informales llegan al 30% y los trabajadores familiares no remunerados y empleadas del hogar llegan al 9%. Incluso, dentro del pequeño conjunto de trabajadores formales, con el propuesto aumento de los costos de despido, se seguiría ampliando el grupo de los que tienen contrato a plazo fijo (73.5%) en detrimento de los que tienen contratos a plazo indefinido.
Conflictos sociales. Ante un gobierno percibido como débil, los conflictos sociales pueden aumentar y afectar la marcha de las economías regionales y locales. Asimismo, se afectan las familias que ven interrumpidas sus labores cotidianas.
Crisis políticas. Las crisis políticas son permanentes, aunque de distinto calibre. Las simples se resuelven con la salida de un ministro en particular. Las mayores implican la caída de un gabinete. Sin embargo, en el país no se puede descartar una vacancia o una renuncia presidencial. Hemos tenido ambas en los últimos cuatro años. Tampoco, aunque menos probable, se puede descartar un cierre del Congreso y hasta unas elecciones generales (presidenciales y congresales). Ello aumenta la incertidumbre y lleva a la postergación de algunos proyectos de inversión de todo tamaño.