Presidente del Consejo Privado de Competitividad
Cumpliéndose el primer año de gestión del presidente Castillo y del actual Congreso de la República, la situación económica que viven los peruanos se ha agudizado de forma dramática, particularmente para los más vulnerables. Luego de experimentar un crecimiento de más de dos dígitos en el 2021 respondiendo al rebote estadístico, el país ha perdido una oportunidad inigualable para impulsar positivamente las expectativas de la inversión privada y propiciar un crecimiento vigoroso. La presencia de estos dos “auténticos decadentes” se ha encargado de mellar aceleradamente nuestras posibilidades de ser más competitivos y de proveer bienestar sostenible a los peruanos.
Comencemos por el Ejecutivo. Desde el minuto uno, perdió toda la confianza del sector privado al enarbolar la bandera del cambio de Constitución. De hecho, más allá de los múltiples discursos en que este propósito era deslizado por el Gobierno y sus aliados, en abril terminó enviando un proyecto de Ley de reforma constitucional para someter a referéndum la convocatoria de una Asamblea Constituyente, donde formalizaba de manera clara sus intenciones. Más allá de que este terminase siendo rechazado por el Legislativo -al menos por ahora- queda claro que este no será el último de sus intentos.
Sumado a lo anterior, hemos sido también testigos de un copamiento grosero del Estado con gente sin capacidades para el puesto y con dudoso prontuario. De hecho, la Contraloría de la República ha denunciado que hay más de 160 funcionarios que no cumplen con el perfil del puesto, a lo que hay que sumar las decenas de evidencias de actos de corrupción que involucran a personajes cercanos al Ejecutivo. A ello hay que agregarle el número excesivo de cambios a todo nivel en el Estado. Así, en este primer año hemos sido testigos de la rotación de 59 ministros y 77 viceministros, lo cual explica en gran medida el porqué del caos en diversos servicios del Estado. Una muestra agregada de esto es que al mes de julio las diferentes carteras del Gobierno central hayan apenas ejecutado alrededor del 30% del presupuesto para inversión pública. Para vergüenza de quien se ha llenado la boca propagando el eslogan de “palabra de maestro”, el sector educación apenas ha ejecutado el 18,6% en estos siete meses.
Súmele a todo lo anterior la indolencia de sus políticas públicas hacia el pueblo que dice defender. Disfrazado de “buenas intenciones” redistributivas, intentaron infructuosamente colar una subida de impuestos al sector minero. Sobre este mismo sector, sus funcionarios han mostrado una política consistente en darle la espalda a la solución de problemas de conflictividad que hoy mantiene en vilo la actividad productiva actual y decisiones de inversión. Otra muestra de estas políticas erradas es la llamada Agenda 19, que podríamos llamarla la agenda particular de un presidente sindicalista, que da la espalda a más del 95% de la PEA con medidas que quiebran el sueño de los peruanos de conseguir un empleo formal, y que los somete más bien a la pesadilla del desempleo y la precarización.
Lamentablemente, cuando miramos las actuaciones del Congreso en el área económica, también nos llevamos enormes decepciones. Sumándose a la ola del populismo, hemos sido testigos, por ejemplo, del destrozo generado por este poder del Estado sobre nuestros soportes endebles de la seguridad social, dilapidando los recursos destinados para situaciones de desempleo y jubilación permitiendo retiros anticipados. No perdió tampoco la oportunidad de tomar actitudes fiscalmente irresponsables, permitiéndose exoneraciones que no estuvieron debidamente focalizadas (¿se acuerdan del faisán?), al mismo tiempo que se aprobó la dilapidación de S/ 80 mil millones con la aprobación de la devolución del Fonavi y el pago por la preparación de clases a los maestros. Y, sin importar terminar lanzando a millones de peruanos al financiamiento informal, introdujo topes a las tasas de interés a pesar de las advertencias de los entes técnicos. El Banco Central acaba de presentar evidencia del daño que se ha empezado a producir al expulsar a 100 mil nuevos bancarizados de la banca formal en solo 8 meses.
Toda oportunidad tiene momentos y espacios, y el inmejorable periodo que tuvimos para impulsar la economía ya se está esfumando. Hoy el mundo está sumido en un escenario de alta inflación, donde los bancos centrales están reaccionando, subiendo vertiginosamente sus tasas de interés, y las probabilidades de recesión económica global acechan. Así, si no se presenta un giro importante en el derrotero de las políticas impulsadas por el Ejecutivo y el Congreso hasta ahora, difícilmente habrá oportunidad para brindar una esperanza de mejora en las condiciones de crecimiento y empleo que exigen los peruanos. Y deberán tomarse en serio esta tarea, pues de no hacerlo, las consecuencias de seguir apegado a sus mezquindades políticas pueden derivar en un escenario de tensión social difícil de gestionar.