
Escribe: Patricio Valderrama-Murillo, experto en fenómenos naturales
Octubre no es un mes cualquiera: es el mes morado para lo católicos y además marca el inicio operativo de la temporada de lluvias en gran parte de la sierra y la selva, y la transición definitiva desde el estiaje en varias cuencas. Es el momento de convertir el pronóstico en decisiones: dónde invertir en prevención, cómo programar riego y siembra, qué mantener en carreteras y qué asegurar en energía y servicios. Cuando el clima cambia de fase, la economía que se adelanta gana ventaja.
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En agricultura, octubre es el mes bisagra entre la planificación y la ejecución. En valles andinos, las primeras precipitaciones habilitan siembras escalonadas; la clave es hacerlo con eficiencia hídrica y sanitaria. Donde el suelo llega exhausto del estiaje, conviene priorizar parcelas con mejor retención, protección de laderas y drenajes parcelarios simples para evitar anegamientos tempranos. La elección de semilla y calendario responde, esta vez, menos a la costumbre y más a la ventana de lluvia efectiva: escalonar siembras reduce el riesgo de perder toda la campaña frente a un evento extremo de noviembre. Para la agroexportación, octubre es mes de logística fina: caminos afirmados, limpieza de canales, contratos de transporte flexibles y stock mínimo de insumos críticos (fertirriego, repuestos) para no detener la cadena.

En infraestructura y transporte, cada milímetro de agua que no encuentra salida se convierte en costo. Las ciudades de sierra y selva deben llegar a las primeras tormentas con alcantarillas, cunetas y bocas de tormenta limpias; los municipios que comprenden esto reducen de inmediato gastos en descolmatación de emergencia y horas-hombre perdidas en tráfico. En red vial, octubre exige conservación por niveles de servicio: cuadrillas y maquinaria preposicionadas, taludes protegidos con cunetas y disipadores, y protocolos claros de cierre-apertura por umbrales de lluvia. Una vía abierta 24 horas antes vale más que cualquier “atención de emergencia” tardía.
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Para energía, octubre es el puente hacia la temporada húmeda. Las hidroeléctricas comienzan a ver aportes crecientes, pero aún no sostenidos; la operación prudente manda: revisar curvas de embalse, programar mantenimiento terminado antes del pico de lluvias y asegurar respaldos (térmico/renovable) para cubrir demanda en picos industriales. Las empresas intensivas en energía deberían cerrar coberturas y contratos ahora, no cuando la demanda y las restricciones climáticas estrechen márgenes.
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El sector privado tiene una oportunidad de mercado clara. Ferreterías y retail de construcción ligera están en su mejor ventana para techumbres, sellantes, canaletas, bombas de achique y equipos menores de drenaje. En servicios, crece la demanda de mantenimiento preventivo para comercios, plantas y edificios: limpieza de azoteas, revisión de tableros eléctricos y puesta a punto de grupos electrógenos. Para microempresarios, octubre es “mes de kits”: impermeables, botas, linternas, multiherramientas y botiquines; la estacionalidad bien leída se traduce en rotación y caja.
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En seguros y finanzas, la enseñanza de todos los octubres es la misma: tarificar con pronóstico y exigir prevención. Las coberturas multirriesgo agrícola y las pólizas por exceso de lluvia o deslizamientos funcionan mejor cuando el asegurado acredita drenajes, techumbres y protocolos; el siniestro que no ocurre es la verdadera eficiencia del sistema. Para gobiernos subnacionales, octubre debiera cerrar tres tareas de bajo costo y alto impacto: tableros públicos diarios de limpieza de drenajes y puntos críticos atendidos; preposicionamiento de maquinaria y combustible; contratos de conservación vial activables por umbral de lluvia, no por papeleo.
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La gestión del riesgo también es comunicación. Las primeras lluvias sorprenden a quien no fue informado. Mensajes simples y repetidos —rutas alternativas, puntos de evacuación, teléfonos de reporte— reducen pérdidas y angustia. En zonas con riesgo de huaicos, la comunidad debe reconocer señales tempranas: aguas turbias, ruidos inusuales en quebradas, fisuras recientes en laderas. No es alarmismo: es alfabetización climática básica.
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Octubre, en suma, no es tiempo de discursos, sino de logística. El país entra a una nueva fase meteorológica (y política por azares del destino) y con ella se mueven agro, transporte, energía, retail y seguros. Lo que hoy se deje listo —drenajes, taludes, siembras, coberturas— ahorrará muchos soles en noviembre y diciembre. Y, sobre todo, mantendrá la economía operando cuando el cielo decida probar nuestras decisiones.
El clima no espera. Octubre recompensa a quien llega preparado.