Socio de Macroconsult
De acuerdo con el reporte de pobreza del INEI, el año pasado en Lima Metropolitana el nivel de pobreza alcanzó a casi uno de cada cuatro personas. Es decir, en la capital y su casco urbano más cercano (que incluye el Callao), donde viven alrededor de 11 millones de ciudadanos, poco más de 2.5 millones de ellos no pueden adquirir una canasta básica de consumo para satisfacer sus necesidades mínimas.
La recuperación de la pobreza en el 2021 experimentada en estas localidades no solo ha sido muy tímida entre el 2021 (25%) y 2020 (28%), sino que se encuentra aún 10 puntos por encima de lo registrado en el 2019 (14%). Este dato no es menor, ya que revela que los niveles de empobrecimiento ocurridos en Lima Metropolitana han sido superiores a los experimentados por el promedio urbano del país (incluso si es que restringimos al análisis a la costa, sierra o selva urbana). Este hecho impone al menos dos retos para el país.
El primero de ellos, es relevante para el Gobierno Central que debe de una vez reconocer que estamos experimentando un proceso acelerado de urbanización de la pobreza producto de la pandemia, la recesión posterior y la inexistente red de protección social para las habitantes de las ciudades. Hoy día a pesar de que casi 7 de cada 10 peruanos pobres viven en una ciudad (de diferente tamaño) o en los entornos urbano-marginales de estas, no existe un diseño de políticas públicas orientado a atender las vulnerabilidades específicas de esta población.
Como explicó hace poco Miguel Jaramillo, el origen de estas trayectorias están íntimamente relacionadas con el mercado laboral, las inadecuadas condiciones de inserción laboral y el aumento de la informalidad urbana. Por ello, la estrategia de lucha contra la pobreza urbana no debe limitarse a extender los programas sociales del Midis u otros de naturaleza focalizados. De forma complementaria, se requiere comprometer al MTPE y Produce en una estrategia articulada que genere un entorno más amigable con la generación de empleo formal.
El segundo de ellos es relevante para el Gobierno Local de la capital que debe reconocer su rol dentro esta estrategia articulada, no necesariamente para atender los orígenes del problema, pero sí sus manifestaciones más relevantes: criminalidad, presión sobre servicios públicos, hacinamiento, insalubridad, entre otros. Por ello, los candidatos de las próximas elecciones deben ser muy cuidadosos en establecer sus prioridades partiendo por reconocer que están lidiando con una ciudad empobrecida.
Concretamente, gran parte de las políticas de asistencia que se pueden desplegar en la capital pueden atenderse desde el nivel municipal si es que existe un adecuado liderazgo y una adecuada intención por sintonizar con las necesidades de los vecinos.