Country Senior Partner PwC, miembro de la Comunidad de Líderes por la equidad de Género de IPAE Asociación Empresarial
Como líderes de organizaciones, hemos venido enfrentado, últimamente; desafíos cambiantes, gestionando la incertidumbre, enfrentando las crisis generadas por la pandemia, la inestabilidad política y sus consecuencias económicas, todo esto con relativo éxito en la mayoría de casos. Nuestro rol nos exige tomar decisiones sobre escenarios cambiantes que vamos enfrentando periódicamente, muchas veces contra el tiempo, para proteger a nuestras organizaciones y a nuestros colaboradores.
Sin embargo, como sociedad aún enfrentamos un reto que pareciera no estar siempre en la agenda de discusión empresarial: la brecha entre hombres y mujeres. Esta abarca distintos espacios y, lamentablemente, muchas veces se refleja en violencia contra la mujer. ¿Pero qué podemos hacer desde nuestras posiciones de liderazgo?
El acoso y hostigamiento sexual laboral es una forma de violencia. Si bien contamos con leyes y mecanismos para afrontarlo, aún existen estereotipos que impiden la prevención de estos actos y empeoran la situación para las víctimas.
Según la herramienta ELSA (Espacios Laborales Sin Acoso), desarrollada por GenderLab con el apoyo y financiamiento del BID, para combatir el acoso laboral, un 42% de encuestados considera exagerado poner una denuncia por acoso sexual laboral y un 74% cree que este tipo de conducta hubiera cesado si la víctima rechazaba los actos en cuanto ocurrieron. Como consecuencia de este tipo de sesgos, un 36% de encuestados señala no denunciar estos actos por temor a ser vistos como personas problemáticas.
Es importante que desde nuestra posición de líderes le demos la importancia debida a trabajar dentro de nuestras organizaciones para romper estos mitos y estereotipos que revictimizan a las personas que sufren este tipo de violencia. Es urgente poner el tema como una prioridad por la defensa de la dignidad y seguridad de todas las personas que laboran en nuestras organizaciones; pero también es pertinente para el desempeño de las compañías.
La violencia afecta la salud mental de sus víctimas, lo que se refleja en cuadros de ansiedad, estrés o incluso depresión. Esto no solo afecta su calidad de vida, sino también el desempeño en sus funciones o los lleva al ausentismo laboral. Estas situaciones pueden malinterpretarse y terminar, en el peor de los casos, en una evaluación negativa del trabajador y en un despido.
En la sociedad existen conductas que son aun consideradas por muchos como “naturales” en los hombres y las mujeres. Esta visión desigual y errada del género lleva a muchos a justificar actos violentos, de acoso u hostigamiento contra la mujer. Muchas veces la violencia hacia la mujer es sutil y puede incluso disfrazarse de una broma o un comentario “divertido”. El proceso de búsqueda de equidad debe impulsarnos a cuestionarnos también respecto a aquello que consideramos permitido. Un verdadero líder tiene la responsabilidad de prestar atención a todos los temas relevantes para su organización, a escuchar a sus colaboradores y a guiar a la compañía a partir de la información recibida.
Como líderes de nuestras organizaciones, debemos preocuparnos de que nuestros colaboradores se desempeñen en un ambiente cómodo y agradable, donde tengan la confianza para alzar la voz, para denunciar alguna conducta o acción impropia y rechazar un comentario inadecuado. Un ambiente donde tengan la seguridad que serán respaldados, que no serán ignoradas sus denuncias, que serán tomadas con seriedad y que habrá consecuencias para quienes muestren conductas inapropiadas en el ámbito laboral.
Si bien los reglamentos, manuales, capacitaciones y políticas contra el acoso, son necesarias, no garantizan por sí mismas que el ambiente de trabajo esté libre de acoso. Somos nosotros los líderes empresariales quienes debemos hacernos responsables por asegurar que éstas calen en nuestras empresas y pasen a ser parte de la cultura organizacional de las mismas.
Todo líder empresarial debería aspirar a lograr un ambiente laboral en el que hombres y mujeres se sientan igualmente valorados y se respeten unos a otros. Así como nos preocupamos en construir valor para los accionistas, clientes, debemos también priorizar el lograr ambientes seguros en los que nuestros colaboradores, el talento que saca adelante a nuestras organizaciones, también se sienta valorados.