Escribe: Carlos Casas, profesor de la Universidad del Pacífico
Uno de los problemas principales para el correcto funcionamiento del Estado, la creación de valor público y la consiguiente satisfacción de las necesidades de los ciudadanos es el factor humano. Los servidores deben contar con los conocimientos y habilidades para cumplir adecuadamente su tarea. En la actualidad vemos que existen muchas carencias en ello y que el personal se encuentra mal remunerado, sin motivación y mal capacitado. Esto es grave porque son, en muchos, casos la cara del Estado frente a los ciudadanos y generan la mala imagen que tiene el Estado frente a la sociedad y que genera reclamos bien sustentados.
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Es fácil caer en las generalizaciones y podemos decir que existen muchos funcionarios comprometidos, motivados y con afán de servir al país. Son varias las historias y premios que ganan en eventos que ya cuentan con prestigio y en donde se presentan iniciativas novedosas orientadas al ciudadano y con resultados palpables que son reconocidos. Si no existieran estos funcionarios, no se presentarían tantas candidaturas a estos premios. Sin embargo, este tipo de funcionario no representa a la mayoría. Lamentablemente la gran mayoría no tiene un desempeño eficiente. En todo caso, lo que debe quedar claro es que tenemos una alta heterogeneidad de empleados públicos y que, por lo tanto, deben ser tratados de manera distinta con el fin de poder aprovechar lo mejor de ellos y generar valor en la sociedad.
La idea, como en toda organización, es tener un esquema meritocrático en donde los mejores sean aquellos que tengan las más altas responsabilidades. Existen puestos de confianza que no pueden eliminarse porque es potestad de cada alta autoridad llevar a personas que lo apoyen pero estos deben ser una mínima proporción. Estrictamente lo necesario. Los demás deben ser funcionarios de carrera bien capacitados y remunerados con criterios similares a los que existen en el sector privado para así fomentar su productividad.
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Con esa idea nació la Autoridad Nacional del Servicio Civil (Servir). Y la idea es que esto tenga una vida larga porque es una reforma que nunca terminará. Hasta ese momento, no existía un órgano que se encargara de gestionar el talento en el Estado. Recursos humanos tenía que ver simplemente con pagar la planilla de los funcionarios de las diversas instituciones sin buscar identificar problemas y fortalezas para diseñar programas de capacitación. Es más, los funcionarios de menores calificaciones iban a estas oficinas. Existía, por tanto, la necesidad de revalorar el capital humano, tarea que requiere apoyo y un acuerdo político que lo impulse, porque los resultados no se van a dar en el corto plazo. Es el mismo caso de la educación que, como los resultados escapan de un mandato presidencial, no se le brinda todo el apoyo necesario y estamos en una situación calamitosa.
Cuando empezó Servir se dieron los primeros pasos para crear un servicio civil en toda la extensión de la palabra. Que sirviera para contar con profesionales y servidores capacitados que puedan permanecer en los puestos a pesar de los vaivenes políticos y aseguren la continuidad de las políticas y los costos de aprendizaje asociados a la alta rotación de personal. En la actualidad, con todos los cambios ministeriales que observamos, se tiene que volver a empezar cada 60 días en promedio en alguna institución. Esto es muy costoso porque paraliza el Estado y genera desperdicio de recursos e incentivos para la corrupción.
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En el Perú existen en la actualidad más de 30 regímenes salariales dentro del Estado. Esto no puede continuar así. El nivel de discrecionalidad debe reducirse. Los nombramientos políticos que responden a una lógica clientelar deben erradicarse. Es una pésima práctica que la pagamos todos los peruanos. La idea es contar con pocos regímenes salariales o reducirlos a uno general pero que brinde los incentivos para que mejore la calidad.
Un tema de mayor relevancia es el de las evaluaciones. En toda organización se hacen evaluaciones para detectar las necesidades de capacitación y si las deficiencias se mantienen se hacen los cambios de personal necesarios. El objetivo es que se contribuya a la generación de valor. En el Estado, por mantener personal con estabilidad laboral, bajos sueldos y poca capacidad tenemos que la población sufre las consecuencias de pésimos servicios. El personal público es un medio no un fin. Se debe premiar a aquellos que mejoran y muestran resultados y separar a aquellos que no muestran resultados. Esto no debe hacerse a la ligera sino de recibir capacitación y el apoyo necesario. Eso es lo que busca hacer Servir que, a pesar de los sabotajes que ha recibido del mismo Estado, ha seguido desarrollando sus actividades. Eliminarlo en vez de reforzarlo es un sinsentido. Por ello debemos preguntar ¿A quiénes deben servir los funcionarios públicos? ¿a ellos mismos o a la población? Creo que la respuesta es obvia.
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